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El incierto camino de las reformas en Bolivia

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Resumen Ejecutivo

El triunfo en primera vuelta de Evo Morales en las elecciones presidenciales de diciembre de 2005 alteró profundamente la política en Bolivia y la manera en que la nación más pobre de Suramérica se percibe en el exterior. Su partido de izquierda, el Movimiento al Socialismo (MAS), superó a los partidos tradicionales con una victoria apabullante que reflejó las expectativas y los deseos de la mayoría de los bolivianos por un cambio socioeconómico de amplio alcance, reforma institucional e inclusión plena de la población pobre, en su mayor parte rural e indígena. Sin embargo, para que Morales tenga éxito –y es preciso que así sea si se quiere evitar que Bolivia caiga en una situación de inestabilidad seria y de violencia–, la comunidad internacional tendrá que demostrar su comprensión y ofrecer apoyo a medida que aborde los explosivos temas de nacionalización, reforma constitucional, autonomía, droga y políticas de desarrollo.

Morales demostró de inmediato que va a contracorriente de todos los demás presidentes bolivianos de los últimos 25 años. Nombró a representantes de movimientos sociales y a intelectuales de izquierda en puestos clave, nacionalizó el sector de hidrocarburos el 1 de mayo de 2006 y programó la elección de una asamblea constituyente y un referendo autonómico regional para el 2 de julio. En materia de política exterior, cerró filas con los presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Fidel Castro de Cuba y se distanció de los Estados Unidos. Aunque su posesión en enero y sus primeros meses de gobierno han sido sorprendentemente tranquilos, existen fuertes indicios de que el camino hacia las reformas de largo alcance que él y sus electores quieren será difícil.

Los obstáculos incluyen problemas económicos, institucionales y sociales profundamente arraigados; falta de control pleno de la legislatura; la oposición de grupos económicos y políticos poderosos en Santa Cruz, en el oriente, y Tarija, en el sur; y la naturaleza híbrida del MAS: afincado en los movimientos sociales y al mismo tiempo limitado por éstos. La reducción de la pobreza extrema de Bolivia y la creación de un Estado más eficiente, incluyente y justo dependen también de las relaciones que el nuevo gobierno sea capaz de establecer con inversores extranjeros, vecinos suramericanos, la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos.

En términos generales, la comunidad internacional reaccionó positivamente frente a la elección de Morales, que lo percibió correctamente como la expresión de un cambio político desde hace mucho tiempo requerido, un paso importante hacia una estabilidad institucional al menos en el corto plazo, y la oportunidad de avanzar en la lucha contra la exclusión social y la pobreza generalizadas. Ni siquiera el espinoso tema de la legalización de los cultivos de coca, un tema importante de la campaña de Morales que preocupa a Washington, Bruselas y otras capitales europeas, afectó seriamente la luna de miel inicial.

Esto cambió el Día del Trabajo, cuando Morales expidió un decreto en el que se estipulaba que las empresas extranjeras del sector de hidrocarburos tendrían que ceder “el control y la dirección” de sus instalaciones a la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y suscribir nuevos contratos con ganancias más altas para YPFB en el término de 180 días, pues de no hacerlo no podrían continuar con sus operaciones en el país. A esta medida, que afectó sobre todo inversiones brasileñas y europeas, siguió el anuncio de que el gobierno pronto llevaría a cabo una reforma agraria y nacionalizaría otros sectores clave de la economía, como el minero. Los círculos empresariales españoles fueron los que más protestaron, al tiempo que se tensionaron las relaciones con Brasil y Argentina; por su parte, la voluntad del presidente Chávez de Venezuela de mediar sólo complicó la situación.

El referéndum autonómico del 2 de julio de 2006 y la elección de la asamblea constituyente ese mismo día constituyen hitos en la historia política de Bolivia. Si este proceso gemelo se desarrolla efectivamente, es posible que permita el manejo exitoso de las políticas bastante radicales del gobierno de Morales y que, en último término, genere la estabilidad institucional y fortalezca la democracia. Sin embargo, dadas las divisiones de todo tipo en el país –étnicas, de clase, regionales–, el doble proceso también podría convertirse en el campo de batalla en el que se decidirán la estabilidad de Bolivia e incluso su integridad territorial.

La comunidad internacional –y de manera importante la UE por sus recursos y su postura relativamente poco controvertida en el país– tiene que comprometer al gobierno de Morales en cuanto a la manera en que puede ayudarle a Bolivia a superar la pobreza generalizada y la exclusión social en un proceso de reforma que proteja el interés de todos en la estabilidad. La ayuda técnica y financiera de los donantes también puede ayudar en el desarrollo de los procesos de la asamblea constituyente y del referéndum autonómico regional. Una cooperación a tres niveles entre la UE y los Estados Unidos con Bolivia debe fomentar el desarrollo alternativo como parte de una estrategia ampliada e integral de gobernabilidad rural y desarrollo. En último término, la reducción de la pobreza mediante actividades lícitas es la mejor opción para reducir la presión que se ejerce sobre los campesinos pobres para cultivar coca.

Bogotá/Bruselas, 3 de julio de 2006

Executive Summary

The first-round victory of Evo Morales in the December 2005 presidential election profoundly altered Bolivia’s politics and the way South America’s poorest nation is seen abroad. His left-wing Movement Toward Socialism (MAS) party rolled over the traditional parties in a landslide that reflected the expectations and desires of a majority of Bolivians for far-reaching socio-economic change, institutional reform and full inclusion of the mostly rural and indigenous poor. If Morales is to succeed, however – and he must if Bolivia is to avoid serious instability and violence – the international community will need to show understanding and offer support as he grapples with explosive issues of nationalisation, constitutional reform, autonomy, drugs and development policy.

Morales immediately demonstrated he is following a drummer different from that of every Bolivian president of the past 25 years. He appointed representatives of social movements and left-wing intellectuals to key posts, nationalised the hydrocarbon sector on 1 May 2006 and arranged for the election of a constituent assembly and a referendum on regional autonomy on 2 July. In foreign policy, he closed ranks with Presidents Hugo Chávez of Venezuela and Fidel Castro of Cuba and distanced himself somewhat from the U.S. While his assumption of power in January and first months in office have been surprisingly peaceful, there are strong indications the journey to the far-reaching reforms he and his constituents want will be difficult.

The hurdles include deep-seated economic, institutional and social problems; less than full control of the legislature; the opposition of economically and politically powerful groups in Santa Cruz in the east and Tarija in the south; and the hybrid nature of the MAS – both rooted in and constrained by the social movements. The reduction of Bolivia’s grinding poverty and the creation of a more effective, inclusive and just state depend also on the relations the new government is able to build with foreign investors, South American neighbours, the European Union (EU) and the U.S.

In general, the international community reacted positively to Morales’s election, which it correctly saw as the expression of overdue political change, an important step towards at least short-term institutional stability and a chance to make headway against widespread social exclusion and poverty. Not even the thorny issue of legalising the cultivation of coca bushes, an important Morales campaign topic and a preoccupation of Washington, Brussels and other European capitals, seriously dampened the initial honeymoon.

This changed on May Day, when Morales issued a decree that foreign enterprises in the hydrocarbon sector would have to yield “control and direction” of their facilities to the state-owned Yacimientos Petroliferos Fiscales Bolivianos (YPFB) and sign new contracts stipulating higher returns to YPFB within 180 days or be barred from further operations in the country. This measure, which affected primarily Brazilian and European investments, was followed by announcements that the government would soon implement land reform and nationalise other key sectors of the economy, such as mining. Spanish business circles were most outspoken in their protest, while relations with Brazil and Argentina were strained and the volunteered efforts of Venezuela’s Chávez to mediate only complicated matters.

The referendum on regional autonomy on 2 July 2006 and the election of the constituent assembly that same day are milestones in Bolivia’s political history. If the twin processes are carried out effectively, they might enable the Morales administration’s fairly radical policies to be managed successfully and in the end produce institutional stability and a stronger democracy. But given the divisions within the country of virtually every sort – from ethnic to class to region – they also could prove to be the battlefield on which Bolivia’s stability and even its territorial integrity will be determined.

The international community – not least the EU because of its resources and relatively uncontroversial standing in the country – need to engage the Morales administration about how it can help Bolivia overcome widespread poverty and social exclusion in a reform process that protects everyone’s interest in stability. Donors’ technical and financial assistance can also help carry out the constituent assembly and regional autonomy processes. A third tier of EU and U.S. cooperation with Bolivia should stimulate alternative development as part of an expanded and integrated rural governance/development strategy. Ultimately, reduction of rural poverty through licit activities is the best option for reducing the pressure on poor farmers to grow coca leaf.

Bogotá/Brussels, 3 July 2006

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