Inercia peligrosa en Venezuela
Inercia peligrosa en Venezuela
Op-Ed / Latin America & Caribbean 3 minutes

Inercia peligrosa en Venezuela

Entre febrero y abril, la situación política de Venezuela ocupó las primeras planas de la prensa internacional. Las protestas callejeras, así como la respuesta excesiva de la fuerza pública y de los llamados "colectivos", dejaron un saldo de 43 personas muertas y más de 2.000 judicializadas por los incidentes. El país parecía al borde del precipicio y la confrontación violenta. Pocas semanas después, la situación venezolana fue olvidada en medio de otras crisis en el mundo. Pero Venezuela puede transitar peligrosamente de esta inercia a la agonía.

Es cierto que las barricadas no continuaron. Pero ello ocurrió más por el efecto de la represión gubernamental que por la convicción de que la situación hubiera mejorado. Por el contrario, presenciamos un progresivo deterioro. La violencia criminal, expresada en homicidios, es la más alta de América del Sur (duplica a Colombia, sin conflicto armado). La escasez de productos básicos se ha vuelto crónica y la crisis alcanzó al sistema de salud.

Las acciones del gobierno de Maduro frente a esta situación han sido débiles e insuficientes, a pesar del discurso que se presenta en los medios. Uno de los principales problemas generadores de escasez y malestar es el sistema cambiario que afecta las posibilidades de un comercio ordenado. Por el contrario, los niveles de contrabando y mercado ilegal se presumen inmensos. La respuesta es solo retórica o demostrativa, como ocurrió con el cierre de la frontera con Colombia.

La remoción del ministro de Planeación, Jorge Giordani, es una muestra de los problemas que enfrenta Maduro para avanzar con reformas a la economía. Giordani, una persona clave del régimen, había anunciado que el sistema cambiario y financiero era insostenible. Su destitución fue sucedida de una carta pública en donde acusaba al presidente Maduro de falta de liderazgo.

Pero la situación de la oposición no es mucho mejor. El secretario ejecutivo de la MUD, Ramón Guillermo Aveledo, renunció denunciando una campaña divisionista en el interior de la coalición. Una parte de la oposición pide cambio inmediato de régimen, convocatoria a asamblea constituyente y congresos ciudadanos. Otra señala esa estrategia como equivocada, insistiendo en cambios más progresivos, como el de un nuevo consejo electoral.

Las divisiones en ambos bandos debilitan las posibilidades de un diálogo político. Los avances tímidos impulsados por Unasur quedaron suspendidos en mayo, después de que el Gobierno diera a entender que no estaba negociando nada y la oposición que no había condiciones para avanzar.

Desde entonces, Venezuela vive una inercia peligrosa. El Gobierno cree que puede continuar embalsando los cambios económicos (los venezolanos llenan el tanque de su carro con el equivalente a 100 pesos colombianos) y que el único diálogo necesario es con los integrantes de su propia coalición. La oposición tiene dificultad en llegar a sectores populares con su mensaje y no se pone de acuerdo. La comunidad internacional ha perdido el poco interés y preocupación que tenía.

Para evitar que la inercia se convierta en agonía, es necesario redoblar los esfuerzos por encontrar caminos de diálogo, aunque sean precarios y parciales. El primer paso debería ser la restitución de la independencia de las instituciones claves, empezando por el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral. Los pasos para alcanzar esa meta están en la propia Constitución, pero se requieren garantías plenas, principalmente internacionales, para que el Gobierno no repita la captura deliberada de esos espacios.

El expesidente Ernesto Samper, hoy secretario general de Unasur, anunció que la situación de Venezuela es una de sus preocupaciones. Guste o no guste, esta organización regional es la única con el potencial de incidir en la situación interna. Pero debería ser respaldada por el sistema de Naciones Unidas, que cuenta con experiencia y trayectoria en dirimir conflictos políticos.

No hay muchas alternativas y el tiempo se agota. La actual inercia puede desembocar en un colapso económico de proporciones que agudice la escasez a niveles críticos. Entonces será quizás muy tarde para que el Gobierno pueda revertir las consecuencias de una implosión social y también muy tarde para que la oposición siga discutiendo estrategias. Será finalmente tarde para una región que, hasta ahora, mira a otro lado.

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