Briefing / Latin America & Caribbean 2 minutes

Keeping Haiti Safe: Police Reform

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CONTEXTO

Las permeables fronteras haitianas, tanto terrestres como marítimas, permanecen vulnerables al narcotráfico, al contrabando y a otras actividades ilegales que debilitan el Estado de Derecho y privan al Estado de rentas públicas vitales. La inseguridad tras el terremoto revela la persistente vulnerabilidad frente a la delincuencia violenta y a la inestabilidad política. Los barrios urbanos, azotados por la extrema pobreza, las limitadas oportunidades económicas y la debilidad de las instituciones gubernamentales, sobre todo de la Policía Nacional de Haití (PNH), generan grupos armados y siguen siendo fuente de gran inestabilidad. Para garantizar la seguridad ciudadana, el Gobierno de Martelly debe retirar los oficiales corruptos y ampliar la capacidad institucional y operacional de la PNH a lo largo del país mediante la realización de una reforma que incorpore programas de policía comunitaria y de reducción de la violencia.

Las elecciones recientes fueron sólo un primer paso hacia la determinación del futuro de la reconstrucción y el desarrollo del país. Ahora, el verdadero trabajo requiere que la dirigencia política – tanto en el ejecutivo como en el legislativo – emprenda esfuerzos significativos con el fin de responder a necesidades fundamentales. Para ello es clave identificar intereses comunes con la oposición política, las comunidades sociales de base y las élites empresariales, a fin de reforzar un consenso nacional para transformar a Haití dando prioridad a la creación descentralizada de empleos, a la protección equitativa ante la ley y a la seguridad en las comunidades.

En su discurso inaugural, el Presidente Michel Martelly declaró que Haití estaba abierto y listo para la inversión y los negocios, para los que se requiere una PNH funcional y profesional. La reforma policial ha logrado avances significativos; sin embargo su ejecución total aún está lejana después de casi cinco años de iniciada. Las deficiencias en la PNH, junto con los deseos de los adeptos de Martelly de reinstaurar el ejército y la oposición nacionalista a la presencia de las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU (MINUSTAH), alimentan propuestas para crear una segunda fuerza armada. Hay serias preguntas en torno a ese planteamiento. Si se lleva a cabo, debe haber consultas amplias con la sociedad civil, incluyendo organizaciones sociales de base y organizaciones comunitarias, y particularmente con las víctimas de los abusos del antiguo ejército. Pero primero es primordial seguir fortaleciendo la PNH mediante:

  • el reclutamiento, incluyendo el de mujeres, la formación y el pleno despliegue de la fuerza policial;
     
  • la consolidación de la integridad policial al agilizar el proceso de investigación de antecedentes de todos los oficiales y personal en servicio, incluyendo la creación de una estructura de apelación, con el fin de retirar del cuerpo policial a aquellos que no cumplan con los requisitos debido a violaciones de derechos humanos o actividades delictivas y avalar a aquellos que sí los cumplen. Se requiere tomar medidas inmediatas para suspender y, si hubiere lugar a ello, enjuiciar a los oficiales que, según las investigaciones, hayan estado involucrados en algún delito grave;
     
  • la revisión del plan de reforma para enfocarse en aspectos que contribuyan a mejorar la calidad de la seguridad que brinda la PNH y la construcción de confianza en las comunidades, tales como la capacitación y el fortalecimiento de unidades especializadas, tales como la investigación de delitos, la patrulla fronteriza y la policía comunitaria, al tiempo que la policía de las Naciones Unidas (UNPOL) brinda asesoría activamente para estas labores;
     
  • la adopción de la Ley Orgánica de la Secretaría Estatal para el Orden Público, que esclarezca su papel y los de otras entidades de la rama ejecutiva con responsabilidades sobre la PNH; y
     
  • la vinculación de la reforma policial con las labores de reconstrucción actualmente coordinadas por la Comisión Interina de Recuperación de Haití (CIRH) al desplegar policías mejor entrenados en las provincias a medida que avanza la descentralización económica.

Puerto Príncipe/Bruselas, 8 de septiembre de 2011

I. Overview

Haiti’s porous land and sea borders remain susceptible to drug trafficking, smuggling and other illegal activities that weaken the rule of law and deprive the state of vital revenue. Post-quake insecurity underscores continued vulnerability to violent crime and political instability. Overcrowded urban slums, plagued by deep poverty, limited economic opportunities and the weakness of government institutions, particularly the Haitian National Police (HNP), breed armed groups and remain a source of broader instability. If the Martelly administration is to guarantee citizen safety successfully, it must remove tainted officers and expand the HNP’s institutional and operational capacity across the country by completing a reform that incorporates community policing and violence reduction programs.

The recent elections were only a first step toward determining the future of the country’s reconstruction and development. The real work now requires the political leadership – executive and legislative alike – to make meaningful efforts to address fundamental needs. Key to this is identification of common ground with the political opposition, grass roots communities and business elites, in order to reinforce a national consensus for transforming Haiti that prioritises jobs-based decentralisation, equal protection under the law and community security.

President Michel Martelly declared Haiti open for business in his 14 May inaugural address, but a functioning, professional HNP is a prerequisite to move the country forward. Police reform has made significant strides but is far from complete after nearly five years. HNP deficiencies, along with the desire of Martelly supporters to restore the army and nationalistic opposition to the continued presence of the UN peacekeepers (MINUSTAH), contribute to proposals for creating a second armed force. Serious questions surround that problematic notion. If it is pursued, there must be wide consultation with civil society, including grassroots and community-based organisations, and particularly with victims of the old army’s abuses. But first it is paramount to continue strengthening the HNP, by:

  • completing recruitment, including of women, training and full deployment;
     
  • building police integrity by expediting the vetting process for all active duty officers and staff, including creating an appeals structure, so as to rid the force of those who do not meet standards because of human rights violations or criminal activity and to certify those who do, and by taking immediate action to suspend and if appropriate prosecute officers found to be involved in any serious crimes;
     
  • revising the reform plan to focus on clearly defined areas for improving the quality of security the HNP provides and building community confidence, such as the training and strengthening of specialised units, crime investigation, border patrol and community policing, while UN police (UNPOL) more actively mentor those efforts;
     
  • adopting an organic law for the state secretariat for public security that clarifies its role and those of the other executive branch bodies with responsibilities for the HNP; and
     
  • linking police reform with the reconstruction efforts currently coordinated by the Interim Haiti Recovery Commission (IHRC), by deploying better trained police to the provinces as economic decentralisation proceeds.

Port-au-Prince/Brussels, 8 September 2011

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