El muro y los desesperados: la migración desde Centroamérica a pesar de todo
El muro y los desesperados: la migración desde Centroamérica a pesar de todo
Breaking the Cycle of Violence in Mexico and Central America
Breaking the Cycle of Violence in Mexico and Central America
Op-Ed / Latin America & Caribbean 6 minutes

El muro y los desesperados: la migración desde Centroamérica a pesar de todo

Construir una barrera más alta y robusta como propone el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, ignora por completo la lógica actual de los flujos migratorios desde América Central.

Es curioso y aún más notable que la extrema polarización política de Estados Unidos, escenificada en el rechazo frontal y popular en contra de los flujos migratorios provenientes de América Latina, coincida con el nivel más bajo de este mismo movimiento desde hace décadas.

Los seguidores de Donald Trump y los votantes que sueñan con un gran muro para sellar la frontera entre su país y México están acertados en un solo punto. Más de 20 años de inversión por parte de Estados Unidos en 1.100 kilómetros de vallas, en la creación de una fuerza de casi 20.000 guardias desplegados en la frontera y en tecnologías de vigilancia de altísimo nivel no han logrado terminar por completo la migración hacia el norte.

En 2015, por ejemplo, 330.000 personas fueron detenidas en la frontera entre México y EE UU, la gran mayoría de ellas de origen centroamericana. Más de 175.000 fueron deportados a sus países directamente desde México, que ha transformado su rol en los últimos años, pasando de ser una fuente inacabable de migrantes clandestinos a ser el principal encargado del control migratorio para su vecino del norte, convirtiéndose en un tapón frente al éxodo de centroamericanos.

Es aquí donde los halcones del control de la migración cometen su primera gran equivocación. Pensar que una barrera más alta y robusta tendrá un poder disuasivo definitivo sobre los viajeros indocumentados puede sonar lógico en una campaña electoral. Pero en realidad, este argumento ignora por completo los riesgos y horrores a los cuales están expuestos los migrantes en su estoica desesperación por huir del Triángulo Norte de América Central.

El antropólogo Jasón de León, entre otros, ha documentado en detalle la tragedia humana de una política migratoria de “Prevención por disuasión” en el sur de Arizona, donde los residuos de 2.721 cuerpos de migrantes fueron recuperados entre 2000 y 2014 en el desierto. Hoy en día, sin embargo, y mucho antes de llegar a la añorada frontera con Arizona, las violaciones, abusos y crímenes en contra de los migrantes se multiplican y entrecruzan, como demuestra el nuevo informe del International Crisis Group sobre el tema, Presa fácil: violencia criminal y migración en Centroamérica.

Aunque las estadísticas son varias y difíciles de probar, la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México ha estimado que 11.000 migrantes fueron secuestrados solo en 2013, aunque el número de investigaciones criminales al respeto se cuentan solamente en docenas. El estatus ilegal de los migrantes es obviamente tierra fértil para todo tipo de vejámenes. En la frontera entre Guatemala y México, las adolescentes de Honduras y El Salvador son muchas veces atrapadas por redes de trata de personas y entregadas a los clientes de prostíbulos bajo la presión de sus deudas impagables. Una vez en México, los migrantes pasan por tierras de los temidos Zetas, pagan sobreprecios por casi todos los servicios y corren siempre el riesgo de la detención y deportación. Existe una red de albergues y ONG, que ofrecen protección y techo, pero sus esfuerzos quedan en la sombra de un sistema criminal de explotación cada vez más poderoso.

A pesar de este abanico siniestro de crímenes sin castigo, los que intentan el viaje y fracasan muchas veces están dispuestos a probar suerte nuevamente. Típicamente, la persona que ayuda a los migrantes ilegales en su viaje, el llamado “coyote” o “pollero”, ofrece tres intentos por un mismo pago, que hoy en día se cotiza alrededor de unos 7.000 dólares.

Un análisis más profundo de la realidad de los migrantes en tránsito demuestra que la expulsión o persecución que sufren en sus países de origen es muchas veces más importante hoy en día que la tradicional atracción económica de Estados Unidos.

Durante su investigación por la frontera entre México y Guatemala, Crisis Group recopiló testimonios desgarradores de docenas de viajeros irregulares.  Aunque muchos de ellos están huyendo de la pobreza, o buscando reunirse con familiares en el norte, la violencia y las amenazas han sido el detonante de su salida en muchos casos. La historia de vida de Reina, una mujer de 30 años, fue recogida en un albergue para migrantes en la frontera entre México y Guatemala. Ella inició su viaje desde un pueblo salvadoreño cuando una pandilla intentó tomar el control del lugar. Mataron a su hermano y tiraron una bomba casera a una casa vecina, provocando su huida, con sus tres hijos y su hermana.

“Ahora hay maras en todos lados”, cuenta Reina. “Solo los ricos están a salvo”. Testimonios de este estilo se encuentran a lo largo de los múltiples caminos migratorios, poblados cada vez más por los más débiles y vulnerables: mujeres y niños, muchos de estos últimos viajando sin compañía de un adulto. Del total de migrantes centroamericanos deportados por México el año pasado, 30.000 fueron niños y adolescentes, un tercio de los cuales eran niñas.

Según los cientos de entrevistas de niños salvadoreños deportados hechas por la investigadora Elizabeth Kennedy, el miedo al reclutamiento por las maras y pandillas es un temor constante. “Varios dijeron que temían llegar a los 13 años, y las madres aseguraron que esos cumpleaños fueron festejados con gran tristeza”. Las tasas de homicidio en Honduras en 2014, y El Salvador en 2015, llegaron a ser las más altas del mundo, subrayando que el riesgo de violencia física en estos países llega a un nivel parecido al de una zona de guerra.

Por supuesto, la raíz de la fuerza de expulsión de sus países y de los abusos padecidos en el camino al norte es la misma: la presencia de grupos de crimen organizado, muchas veces actuando en colusión con funcionarios públicos y oficiales de seguridad locales. Por esta misma razón,  controles más estrictos no van a disuadir a los migrantes, sino por el contrario aumentarán los incentivos para la actividad criminal. Incrementarán el precio de los coyotes, incentivarán un control implacable por parte de estos grupos criminales, y acrecentarán el valor del soborno que el funcionario corrupto aplica en estos casos. Por último, las deportaciones reenvían a casa a jóvenes que probablemente serán reclutados por las pandillas, ya que no existen otras opciones de vida.

En resumen, la política de control y disuasión con origen en Estados Unidos ha conducido a Centroamérica y México a un nivel de abuso intolerable contra los migrantes, y al empoderamiento de grupos que tienen fuertes intereses económicos en mantener y promover la migración ilegal. Es una muestra desafortunada de una política pública dañina y contraproducente; profundizarla por medio de la creación un gran muro fronterizo es la segunda gran equivocación del candidato actual del Partido Republicano.

Sin embargo, hay indicios de una política más responsable de protección en la región. A pesar de los retos criminales en su territorio y su escasez de recursos financieros, México tiene una legislación de vanguardia en relación a la migración, y su Comisión de Ayuda a los Refugiados (COMAR) actualmente concede el estatus de asilo a más del 60% de los relativamente pocos centroamericanos que lo piden. En este país, como en Guatemala, existen nuevas unidades de fiscalía dedicadas a investigar crímenes contra migrantes. Mientras tanto, El Salvador y Honduras han hecho esfuerzos hacia la reintegración de los deportados y la provisión de nuevas oportunidades económicas.

Estados Unidos tiene la capacidad financiera de ayudar y potenciar estos intentos de protección a los migrantes y hacer posible un regreso seguro de los deportados. Su apoyo de 750 millones de dolares a la Alianza para la Prosperidad en el Triángulo Norte debería extenderse por varios años, con prioridad en los programas que favorezcan a las comunidades afectadas por la emigración.

Establecer más canales oficiales eficientes de solicitud de refugio para los afectados de la plaga de violencia centroamericana es central en el futuro inmediato, tomando como ejemplo lo que en su momento ofreció a los migrantes hondureños y salvadoreños que huían de los desastres naturales por medio del Estatus de Protección Temporal. Los anuncios de Washington esta semana sobre la ampliación para centroamericanos de las posibilidades de pedir asilo en Estados Unidos son por cierto un paso positivo.

El discurso populista del momento sugiere que todo lo anterior será difícil de lograr. Pero la lógica actual de la migración subraya que para cada muro que se erige, habrá un grupo criminal listo a explotar al que busca sus huecos.

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