En Argelia, temen por su tranquilidad y dudan de la paz
En Argelia, temen por su tranquilidad y dudan de la paz
Op-Ed / Latin America & Caribbean 5 minutes

En Argelia, temen por su tranquilidad y dudan de la paz

Terminar la confrontación armada con las Farc representó un cambio sustancial en la vida de numerosas comunidades en Argelia, municipio del sur de Cauca donde proliferan los cultivos de hoja de coca para uso ilícito y uno de los más golpeados por la guerra en este departamento. Ejemplo de ello es el corregimiento El Mango, donde el conflicto se vivió con intensidad y se estima que es la región que más sufrió más ataques guerrilleros en la historia de la guerra (otros dicen que fue Toribío, pero no es un premio muy apetecido).

“Después de tanto dolor, nos llega una esperanza… los acuerdos de paz”, dice uno de sus líderes. En ello concuerdan todos los líderes y pobladores entrevistados en varios de los corregimientos donde las Farc hacían presencia, que la tranquilidad –la simple falta de la violencia– sí ha llegado y sus vidas han cambiado, ahora sólo falta que llegue la paz.

Pero varios creen que la paz –entendida como la superación de los factores estructurales que generaron la violencia allá– y la tranquilidad están en riesgo por dos razones principales: En primer lugar, existe la preocupación de que el nuevo presidente de Colombia, Iván Duque, no respete el acuerdo de paz o, intencionalmente, no implemente lo pactado con las Farc. En este escenario, varios tienen miedo de que la guerrilla vuelva a coger las armas. “Es que no hay de otra”, comenta una lideresa local sobre si la desmovilizada organización insurgente volverá al monte en Argelia si les incumple el acuerdo. Muchos otros están de acuerdo con ella.

En segundo lugar, en varias zonas del municipio opera la guerrilla del Eln. Cuando llegó a Sinaí –un corregimiento en el corazón de Argelia– reunió a los pobladores y dijo que había llegado para mantener el orden. La gente le preguntó por el proceso de negociación que lleva a cabo con el gobierno nacional en La Habana, Cuba, antes de hacerle saber que no quería contar con su presencia. La junta y la organización campesina local decidieron encargarse del orden. Los insurgentes se fueron diciendo que respetaría la voluntad de la comunidad, pero si algo ocurriese los podrían buscar. Más adelante del Sinaí, ya empieza territorio ‘eleno’, incluyendo El Plateado y El Tambo.

Un tema que une esas dos amenazas es la hoja de coca. El cultivo de uso ilícito abunda en Argelia. En las afueras del casco urbano se aprecian las matas a lado y lado de la vía, igual que algunos laboratorios para convertirla en pasta de coca. En El Plateado, un corregimiento en el norte del municipio que incluso es más grande que la cabecera misma de Argelia, la economía gira totalmente alrededor de la coca. “Aquí el 98 por ciento de la gente vive de ella”, comenta un profesor, quien decía que los únicos que no viven directamente del cultivo ilícito eran, de pronto, los docentes por recibir un sueldo.

Si el próximo gobierno nacional no intenta lograr una paz verdadera en Argelia, el daño a la legitimidad del Estado puede ser devastador y durar por décadas. Si es así, la tranquilidad que se ha ganado en el municipio puede desaparecer.

La gente quiere sustituir o cambiar sus sembradíos de hoja de coca, pero duda de las posibilidades para hacerlo. En algunas zonas, las organizaciones proponen sustituir gradualmente: mientras la infraestructura, por ejemplo, va avanzando, ellas van sustituyendo poco a poco, algo que el Estado rechaza. Otras, como la Coordinadora Nacional de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana (Coccam), que agrupa a cientos de labriegos y con presencia en Argelia, le apuesta al programa de sustitución, siempre y cuando haya inversión. Un líder de la organización resume así su visión: “a nosotros nos dicen, ¡cambien (su coca por algo lícito)! Nosotros decimos, ¡Inviertan!”

Los lugareños suelen señalar el hecho de que la úniva vía que conecta al casco urbano con el resto del departamento todavía está sin pavimento. Para salir de la zona, después de una lluvia fuerte, la camioneta en la que viajamos casi no fue capaz de transitar por algunas partes donde habían caído algunos derrumbes poco antes.

En el municipio solamente se ha firmado un acuerdo colectivo para entrar en el programa de sustitución, pero no se han dado los acuerdos familiares con los cuales se inician los pagos y la eradicación voluntaria de la coca. Esta situación se ha dado por diferentes razones: un Estado que buscando resultados rápidos al parecer no priorizó a Argelia; una población que tiene preocupaciones de meterse en el programa por si llega un presidente que lo acabe; y una desconfianza notoria en las iniciativas estatales.

“No le creemos nada al gobierno, no lo queremos”, dice un líder, aunque exige que el Estado llegue a invertir. Varios entrevistados en El Plateado dicen que prefieren que el gobierno no les dé títulos por sus tierras. Argumentan que con títulos le será más fácil al Estado quitarles las mismas fincas que han titulado. Muchos en el municipio dicen que el gobierno realmente no quiere comprometerse con la paz, o que lo único que le interesa era desmovilizar a las Farc y quitar la coca como sea.

Pero algunos cultivadores de Argelia sí le han apostado a la paz. La participación en los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), concertados con la guerrilla de las Farc y plasmados en el Acuerdo de Paz, han unido organizaciones de toda índole, y aunque tienen dudas, participan con entusiasmo, tanto que una de las personas que coordina los PDETs en el municipio dice que le “asusta la esperanza que la gente le pone… porque está en manos del gobierno…”. En las palabras de otro poblador: “el proceso de paz nos ha unido a todos acá.”

Pero la coca no lo es todo. Dado su pasado como lugar especialmente victimizado por las Farc (y por paramilitares también en su momento), reconocer los derechos de las víctimas también será clave, especialmente los de las mujeres. Hay víctimas de ataques guerrilleros, violencia sexual paramilitar y acciones violentas de la Fuerza Pública que esperan saber la verdad de sus casos, o por lo menos que de pronto sus victimarios le pidan perdón. La Justicia Especial para la Paz también hace parte de sus esperanzas.

Cómo asegurar que municipios como Argelia llegan a tener una paz real será un desafío para el nuevo gobierno, que será liderado por Iván Duque a partir del próximo 7 de agosto, independientemente de sus opiniones sobre el Acuerdo de Paz. No solamente deberá asegurar que disminuya la hoja de coca, sino integrarlo al resto del país y crear las condiciones para una economía lícita.

Si el próximo gobierno nacional no intenta lograr una paz verdadera en Argelia, el daño a la legitimidad del Estado puede ser devastador y durar por décadas. Si es así, la tranquilidad que se ha ganado en el municipio puede desaparecer, pues la guerrilla del Eln espera, observando y analizando, para aprovechar cualquier vacío.

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