El anuncio sobre las conversaciones con el ELN: sus avances, vacíos y efectos
El anuncio sobre las conversaciones con el ELN: sus avances, vacíos y efectos
Crimes against the Climate: Violence and Deforestation in the Amazon
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Op-Ed / Latin America & Caribbean 6 minutes

El anuncio sobre las conversaciones con el ELN: sus avances, vacíos y efectos

El martes de esta semana (10 de junio), el gobierno de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) emitieron un comunicado conjunto donde anuncian que en enero de 2014 habían iniciado diálogos exploratorios conducentes a unas nuevas negociaciones.

A pocas horas de la segunda vuelta de unas elecciones presidenciales muy reñidas y polarizadas, los críticos del proceso de paz inevitablemente interpretaron esta declaración como un intento desesperado del presidente Santos para ganar un segundo mandato. Esto no es justo: la declaración es más que simple política electoral, pero también es bastante menos que el anuncio definitivo de nuevas conversaciones.

Por fin algo tangible

La existencia de contactos confidenciales entre el gobierno y el ELN no ha sido un secreto. En mayo y como parte de los esfuerzos febriles por desactivar una nueva ola de protestas sociales en vísperas de la primera vuelta electoral, Santos había confirmado  que su gobierno intentaba alcanzar un acuerdo con esta guerrilla, debilitada pero aún imbatida.

Pero eso no significa que el anuncio del 10 de junio no agregara nada. Su primera contribución sustantiva fue romper el círculo de falsos amaneceres que se había construido desde que Santos hizo público el proceso de paz con las FARC en agosto de 2012. Aquella noticia fue seguida de una serie de anuncios y especulaciones según las cuales las conversaciones con el ELN estaban a la vuelta de la esquina. Pero tales  expectativas fueron frustradas en forma repetida, y surgieron las dudas sobre si Colombia seguiría estancada en su tradición de acuerdos de paz parciales, o si  aprovecharía la oportunidad histórica de un acuerdo integral con las dos insurgencias que quedan.

Si bien los detalles son escasos, ahora sí es claro que las partes están en el medio de un proceso serio con apoyo internacional significativo, representado en los cuatro países que acompañan las conversaciones con las FARC – Cuba, Noruega, Venezuela y Chile --, además de como Brasil y Ecuador. Esto debería inyectar confianza y aumentar las esperanzas sobre el cierre definitivo del conflicto.

Impulsando el cambio         

La segunda contribución significativa del anuncio es el progreso en la construcción de una agenda de negociaciones que incluye “víctimas”, es decir, justicia transicional, y la “participación de la sociedad”. No es una coincidencia que estos temas sean los primeros objetos de un acuerdo:

- El tema de la justicia transicional armoniza con el discurso de Santos quién, en la recta final de su campaña, ha puesto en el centro del escenario los derechos de las víctimas y las garantías de no repetición. Esto se vio por ejemplo el 7 de junio, al presentar los diez principios para la discusión sobre víctimas en el proceso con las FARC.

Pero también refleja los intereses del ELN. La posición de esta guerrilla sobre la justicia transicional no está exenta de problemas. Pero como explicamos en el último informe del Crisis Group, este grupo tiene una posición menos defensiva y más abierta hacia los derechos de las víctimas que las FARC. Siempre y cuando las cosas se muevan ahora con suficiente rapidez, la inclusión del ELN en el esfuerzo de paz podría ayudar a una solución equilibrada e integral para uno de los temas más difíciles de la agenda de las conversaciones.

- No es claro lo que implica exactamente “participación de la sociedad”, el segundo tema acordado de la agenda. El nombre sugiere que se trata de algo distinto de la “participación política” que se discutió en La Habana. De ser así, podría reflejar la vieja aspiración del ELN acerca de un papel más sustancial para la sociedad civil y las comunidades dentro del proceso de paz. Eso también sería coherente con algunos de los  esfuerzos recientes del gobierno para impulsar la participación de la sociedad en el proceso. En mayo el presidente convocó al Consejo Nacional de Paz, una institución consultiva con presencia de la sociedad civil que brindará asesoría sobre la construcción de la paz; y el acuerdo reciente entre el gobierno y las FARC  sobre las víctimas llama explícitamente a su participación en el proceso de La Habana.

Lo anterior sugiere que ahora podría haber espacio para acomodar los llamados del ELN por una participación más robusta, sin tirar por la borda las reglas que han permitido producir prontamente resultados concretos en La Habana. Con ello, además de la  adhesión del ELN al proceso y de reducir el riesgo de fricciones internas en un grupo donde el control vertical es más débil que en las FARC, se ayudaría a corregir la  mayor debilidad del proceso de La Habana: su falta de raíces profundas en una sociedad muy  escéptica u opuesta a las guerrillas y donde el conflicto ha dejado de ser la principal  preocupación de muchos ciudadanos.

Preguntas abiertas

Teniendo en cuenta que los contactos comenzaron apenas hace seis meses, el progreso logrado es sin duda considerable. Sin embargo, el anuncio también sugiere que las partes aún tienen un largo camino por delante hasta que las negociaciones formales puedan ser abiertas.

El vacío más obvio del anuncio es el carácter incompleto de  la agenda. Esto de algún modo refleja lo difícil que es integrar al ELN y a sus puntos de vista sobre la naturaleza del proceso de paz en el marco conceptual que subyace a las conversaciones de La Habana. Las condiciones reiteradas por Santos el 10 de junio - como el que los diálogos se reduzcan a terminar con el conflicto y no a solucionar un rango amplio de “causas objetivas” - son vistas con recelo por el ELN. Y por su parte el gobierno no aceptará con facilidad la discusión de temas relacionados con la explotación de recursos naturales, un reclamo histórico que el ELN probablemente insistirá en incluir en la agenda.

Más allá de la agenda y la metodología, medidas adicionales de construcción de confianza serán probablemente  necesarias antes de iniciar conversaciones formales. Esto debería incluir una declaración del ELN de renuncia al secuestro extorsivo. Dado el rechazo de esta guerrilla a los gestos unilaterales, reiterado con su reciente negativa a repetir un cese al fuego durante la segunda vuelta electoral, las partes deberían aprovechar  sus contactos  para acordar y aplicar medidas de confianza mutua, necesarias incluso bajo un eventual segundo período de Santos. Sin estos gestos adicionales, las conversaciones, por lo menos en su fase temprana, serían aún más vulnerables a la ambivalencia de hablar de paz y hacer la guerra, lo cual es inherente a todos los procesos que se adelantan sin cese del fuego.

Las partes no deben perder tiempo para llegar a ese punto. El proceso con las FARC ha apretado el acelerador con la creación del grupo de trabajo paralelo que abordará el tema del “fin del conflicto”. Este avance mantendrá alta la presión sobre el ELN y el gobierno para iniciar conversaciones formales tan pronto sea posible. Una negociación con el ELN separada pero coordinada con el proceso en La Habana haría posible a todos encontrar soluciones coherentes ante los temas cruciales que atraviesan ambas negociaciones, como la justicia transicional o la reintegración de los combatientes. Permitiría también que los acuerdos con las FARC y el ELN se ejecuten más o menos al mismo tiempo y, a lo mejor, de manera conjunta.

Política electoral y más allá

A pesar de sus vacíos, el momento del anuncio y algunos de sus mensajes están claramente diseñados para mejorar la perspectiva electoral de Santos en su carrera en contra de Zuluaga, un escéptico de los diálogos que solo a última hora ofreció continuar el proceso de La Habana y, eso sí, sometido a condiciones rigurosas.

Solo después del domingo sabremos si esta jugada funciona. Un triunfo de Zuluaga aumentaría la incertidumbre sobre el futuro de cualquier proceso de paz.  Como candidato ha sugerido que no se siente comprometido con los acuerdos alcanzados por el gobierno Santos, y los pactos suscritos en vísperas de elecciones, incluyendo la confirmación de las conversaciones exploratorias con el ELN, seguramente recibirán un muy intenso escrutinio político.

Pero esto no significa que las conversaciones con el ELN serían más vulnerables si no se hubiera producido el anuncio. Si bien no es una garantía para un final exitoso, aumenta los costos políticos de abandonar el proceso para las dos partes. En particular, independientemente de quien gane, el nuevo presidente tendrá que enfrentar las realidades de un conflicto armado que no se puede ganar militarmente, sin pagar por ello un costo humanitario, económico y político difícilmente aceptable. En este contexto, el próximo gobernante ahora tendrá que decidir cómo preservar y avanzar en no solo un proceso de paz--con las FARC---sino también en el que se inició con el ELN.

Más allá de favorecer o perjudicar a uno u otro candidato, el anuncio le da mayor estabilidad política al proceso de paz en su conjunto. Es esta su más importante contribución a la paz en Colombia.

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