Uzbekistán y España, una oscura relación tras bambalinas
Uzbekistán y España, una oscura relación tras bambalinas
Op-Ed / Europe & Central Asia 2 minutes

Uzbekistán y España, una oscura relación tras bambalinas

Prácticamente nada se lee en los medios españoles sobre Uzbekistán, país lejano tanto geográfica como culturalmente. Sin embargo, los recientes acercamientos entre España y esta antigua república soviética merecen ser analizados, en especial porque Uzbekistán es uno de los países más cruentos del mundo en cuanto a violaciones de derechos humanos.

Algunos datos para comenzar: el presidente, Islam Karimov, ha estado en el poder desde 1991. En las cárceles de su país se encuentran miles de reos políticos y sus familias son acosadas y perseguidas. Son muchos los encarcelados también por razones religiosas con la excusa de ser militantes islámicos y/o terroristas. Y hace exactamente cinco años, el 13 de mayo del 2005, el gobierno de Karimov apagó violentamente una protesta pacífica, matando no a cientos, sino a miles de personas, en la llamada masacre de Andizhán. Hasta hoy, siguen sin esclarecerse los hechos y los testigos son acallados, encarcelados o ya están muertos. Para conocer más detalles sobre las increíbles fechorías del gobierno basta echarle una mirada a cualquier informe sobre el estado de los derechos humanos en Uzbekistán para que a uno le dé infarto. Es sabido, por ejemplo, que algunos prisioneros son hervidos vivos, mujeres embarazadas son violadas y torturadas, y niños ejecutados a sangre fría. La creatividad en cuanto a métodos de tortura parece inagotable. Actualmente, nada menos que la hija de Karimov y posible heredera del poder, Gulnara Karímova, es la nueva embajadora de Uzbekistán en Madrid.

Asia Central, en general, es cada vez más importante para Occidente por dos razones: primero, por su posición geoestratégica para bases militares de la coalición que llevan y traen suministros desde y hacia Afganistán (los alemanes tienen una base aérea en Termes-Uzbekistán y los rusos y americanos una en Kirguistán) y, segundo, por los recursos económicos, como el gas, el petróleo y los minerales.

Pero eso no justifica que países de Occidente hagan la vista gorda en lo que se refiere a las violaciones de derechos humanos. Como país democrático y actual Presidente de turno de la Unión Europea, España debería analizar si a la larga realmente quiere hacer negocios y tener relaciones con un gobierno que aparte de lo ya mencionado, persigue a sus opositores y a periodistas independientes hasta más allá de las propias fronteras, y que cada año fuerza a más de dos millones de niños a trabajar gratis en la cosecha de algodón y a perder clases en la escuela. Últimamente además, los médicos son obligados a esterilizar a mujeres (sin informarlas, claro) después de que den a luz a su primer hijo, para frenar la explosión demográfica del país. En resumen, quien es enemigo del gobierno de Karimov, y por lo visto es muy fácil caer en esta categoría, pocas veces vive para contarlo o vive realmente mal. Choca entonces enterarse que incluso está prevista una visita oficial de los Reyes de España a Uzbekistán en la segunda mitad del año, después de la presidencia española de la UE. Tal visita acredita al gobierno de Karimov y al mismo tiempo merma el trabajo de los defensores de derechos humanos tanto dentro como fuera de Asia Central.

El papel de la prensa española es clave: debe sacar a la luz lo que sucede en Uzbekistán antes de que más empresarios y políticos españoles emprendan negocios y relaciones con este régimen totalitario. Un excelente ejemplo es el reciente reportaje de John Carlin en El País (9 de mayo de 2010) sobre las relaciones empresariales entre el presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, y Gulnara Karímova. La opinión pública tiene derecho a ser informada sobre  lo que acontece en Asia Central y sobre el tipo de gobiernos con los que España está tratando.

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