A Moroccan army vehicles drives past car wreckages in Guerguerat located in the Western Sahara, on November 24, 2020. Senna Fadel / AFP
Report / Middle East & North Africa 20+ minutes

Relanzar las negociaciones sobre el Sáhara Occidental

Los enfrentamientos en el Sáhara Occidental, que se reiniciaron en noviembre de 2020, han mantenido su baja intensidad. Sin embargo, las potencias extranjeras cometerían un error si asumen que estos no se intensificarán. Con el apoyo de EE. UU., el nuevo enviado de la ONU debería implementar medidas de fomento de la confianza que faciliten las negociaciones.

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Conclusiones principales

¿Qué hay de nuevo? Los enfrentamientos entre Marruecos y el independentista Frente Polisario por el territorio en disputa del Sahara Occidental estallaron nuevamente en noviembre de 2020. Las potencias extranjeras están divididas y reacias a intervenir, mientras que la ONU, solo hasta octubre de 2021, logró cubrir su puesto de enviado que llevaba vacante desde hace más de dos años.

¿Por qué importa? La falta de atención diplomática puede llevar a las dos partes hacia una mayor escalada militar. Las tensiones también amenazan con extenderse al resto del norte de África y más allá, como lo ponen de manifiesto las disputas diplomáticas entre Marruecos y Argelia, Alemania y España. 

¿Qué se debe hacer? Con el apoyo diplomático de EE. UU. en el Consejo de Seguridad de la ONU, el nuevo enviado de la ONU debe centrarse en reconstruir la confianza y relanzar las negociaciones, con el respaldo de otros actores externos, quienes deben desplegar una combinación de incentivos y desincentivos financieros.

Resumen ejecutivo

Casi un año después de que se reanudaran los enfrentamientos en el Sáhara Occidental, los esfuerzos internacionales para llevar a Marruecos y al independentista Frente Polisario de nuevo a la mesa de negociaciones no han conseguido resultados. En la parte del territorio controlada por Rabat, el pacto entre Marruecos y las élites saharauis se mantiene firme, mientras las autoridades intensifican la represión de los activistas de derechos humanos. Entre los jóvenes de los campamentos de refugiados saharauis en Argelia, el reinicio de hostilidades en noviembre de 2020 cuenta con un amplio respaldo, lo que alienta al Frente a seguir luchando. Por su parte, la ONU tardó más de dos años en nombrar a un nuevo enviado especial, logrando sortear las objeciones de ambas partes solo hasta octubre de 2021. Las potencias extranjeras están divididas respecto al Sáhara Occidental, sin que la administración Biden demuestre intención de querer aclarar su postura sobre el reconocimiento realizado por su predecesor de la soberanía marroquí sobre el territorio. Para salir del estancamiento, el nuevo enviado de la ONU debe mediar para que se produzca una pronta desescalada y sugerir medidas para fomentar la confianza entre las partes que permitan retomar las negociaciones. EE. UU. debe ayudarlo a través de gestiones diplomáticas que impulsen los esfuerzos para llegar a un acuerdo.

En la parte del Sahara Occidental bajo control de Marruecos, el pacto político-económico entre Rabat y las élites saharauis ha garantizado el respaldo de estas a las políticas estatales a cambio de licencias comerciales monopólicas y otros beneficios. Estos líderes se han consolidado cada vez más, lo que representa un obstáculo para el cambio. Mientras tanto, la policía ha intensificado el hostigamiento a activistas de derechos humanos e independentistas en un esfuerzo por silenciar estas voces. Las opiniones políticas de la mayoría de los saharauis se desconocen, ya que nadie en esta parte del territorio puede expresar libremente sus opiniones sobre el conflicto.

Fuera de estas áreas, en los campamentos de refugiados que albergan a saharauis desplazados, el ambiente es muy diferente. Allí, muchos respaldan la campaña militar del Polisario, que se reinició en noviembre de 2020 después de un alto al fuego que había perdurado desde 1991. El respaldo continúa siendo fuerte, a pesar de los modestos resultados de la campaña. El reinicio de las hostilidades ha movilizado a los jóvenes cada vez más escépticos sobre las posibilidades de una solución diplomática y frustrados con la vida en el exilio bajo duras condiciones. Los oficiales del Frente Polisario han descartado la posibilidad de volver al alto al fuego de 1991, optando por luchar para fortalecer su posición negociadora en futuras conversaciones con Marruecos.

Los actores extranjeros han tenido dificultades para desarrollar una estrategia coherente que permita abordar esta situación. Los repetidos intentos de la ONU desde mayo de 2019 para nombrar a un nuevo enviado se vieron truncados por rechazos tanto de Marruecos como del Polisario. Solo hasta octubre de 2021 el Secretario General de la ONU logró concretar el nombramiento de Staffan de Mistura, quien anteriormente se desempeñó como enviado especial para Siria, Afganistán e Irak. La administración Biden se ha negado a pronunciarse respecto al reconocimiento de la soberanía de Rabat sobre el Sáhara Occidental por parte del expresidente Donald Trump en diciembre de 2020, un drástico cambio en la política estadounidense de larga data que Trump adoptó a cambio de la normalización de las relaciones de Marruecos con Israel. Hasta el momento, el equipo de Biden ha logrado mantener su influencia con ambas partes, presionando con éxito a Marruecos para que acepte a de Mistura.

 Mientras que los países extranjeros vacilan sobre qué hacer, Marruecos ha adoptado una nueva actitud de mano dura ante el conflicto. En los últimos meses, el reino ha estado en el centro de una serie de crisis diplomáticas con Alemania, España y Argelia. También se ha enfrentado a críticos gobiernos africanos. Marruecos se niega a tratar directamente con la Unión Africana (UA), lo que dificulta el papel de esta organización fuera del marco diplomático de la ONU. El conflicto también es bastante divisivo dentro de la UA. Aunque los interlocutores de Rabat no siempre están completamente de acuerdo con su política sobre el Sáhara Occidental, a menudo dudan en aumentar la presión persistente sobre el reino (o, incluso, sobre su contraparte) en lo que consideran un conflicto de baja prioridad.

Pero minimizar el conflicto sobre el Sáhara Occidental sería un error. Las tensiones diplomáticas entre Marruecos y sus socios europeos, una guerra fría entre Rabat y Argel y el riesgo de una escalada militar entre el Polisario y Marruecos ponen de manifiesto por qué los actores externos no deben subestimar las repercusiones y el impacto del conflicto. Con las próximas discusiones a finales de octubre sobre la renovación del mandato de la misión de la ONU en el Sáhara Occidental, MINURSO, EE. UU. debe manifestar su apoyo a de Mistura y su misión. Debe indicar a ambas partes su renovado compromiso en el conflicto, por ejemplo, proponiendo que el Consejo de Seguridad reduzca el mandato de la MINURSO de doce a seis meses, garantizando intervalos más cortos entre las discusiones abiertas del Consejo de Seguridad sobre la situación. Para motivar al Polisario a darle importancia a las negociaciones, EE. UU. también debe intentar incluir un nuevo lenguaje que se refiera al derecho de autodeterminación de los saharauis. Una iniciativa diplomática en este sentido podría ser suficiente para abrir un camino hacia un esfuerzo más amplio para resolver el conflicto.

Con este viento a favor, de Mistura le debe dar prioridad a negociar primero una desescalada temporal, a través de medidas para fomentar confianza, y luego reiniciar las conversaciones de paz sin condiciones previas. Para generar confianza, tendrá que convencer a Marruecos y al Polisario de suspender sus actividades militares y persuadir a Rabat de que ponga fin a los abusos contra los activistas de derechos humanos e independentistas en el Sáhara Occidental. Ambas partes deben acordar el reinicio de las visitas familiares a los saharauis en los campamentos de refugiados y en el Sáhara Occidental bajo supervisión de la ONU. En aras de la conveniencia, el nuevo enviado debe restablecer el formato de mesa redonda para las conversaciones de su predecesor, que, además de Marruecos y el Polisario, incluía a sus vecinos Argelia y Mauritania en calidad de observadores.

Los actores extranjeros pueden ayudar ofreciendo una combinación de incentivos y desincentivos financieros para atraer a ambas partes a las negociaciones y mantenerlas comprometidas. A la luz de un fallo del Tribunal de Justicia de la UE de septiembre de 2021 que declaró ilegal la inclusión del Sáhara Occidental en el acuerdo comercial UE-Marruecos de 2012, Bruselas debe revisar su política y eliminar los productos agrícolas y piscícolas del Sahara Occidental del acuerdo con Rabat, en lugar de intentar eludir el veredicto, a menos que y hasta que el reino y el Polisario lleguen a un acuerdo, como una forma de incrementar el costo del statu quo. En cuanto a los incentivos, EE. UU. y los Estados europeos deben considerar la posibilidad de establecer un fondo de desarrollo internacional para el Sáhara Occidental que se podrá utilizar solo si las partes llegan a un acuerdo para poner fin al conflicto. La perspectiva de este dinero podría ayudar a convencer a los principales grupos de interés, como las élites y los saharauis desesperanzados en el Sáhara Occidental y los campamentos, de que una solución negociada a este conflicto de 46 años es de mutuo interés.

Rabat/Tinduf/Washington/Bruselas, 14 octubre de 2021

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