A woman casts her vote at a polling station in Caracas, during regional and municipal elections in Venezuela, on November 21, 2021. Federico PARRA / AFP
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Navegar la estancada política de Venezuela: el camino hacia las elecciones

Con elecciones críticas aproximándose, las negociaciones para resolver la crisis politica en Venezuela están estancadas. Para evitar prolongar el malestar del país, el gobierno, la oposición y las potencias extranjeras deberían acordar un plan que implique el alivio de las sanciones y pasos correspondientes por parte de Caracas hacia elecciones más justas y un mejor funcionamiento de las instituciones estatales.

¿Qué hay de nuevo? Venezuela se dispone a celebrar elecciones presidenciales y legislativas en 2024 y 2025, respectivamente, bajo condiciones que claramente favorecen al gobierno del presidente Nicolás Maduro. Las conversaciones entre el gobierno y la oposición están una vez más estancadas. Mientras tanto, persiste la crisis económica que ha llevado a una cuarta parte de la población venezolana a abandonar el país.

¿Por qué importa? Con algunos políticos de la oposición inhabilitados, partidos secuestrados y sin la presencia de observadores electorales profesionales, unas elecciones realizadas en los términos del gobierno dejarían la crisis de Venezuela sin resolver y la mayoría de las sanciones estadounidenses en vigor, lo que amenaza con empeorar la difícil situación económica del país. El impacto podría seguir sintiéndose en toda la región, especialmente en la vecina Colombia.

¿Qué se debe hacer? Los Estados latinoamericanos y las potencias extranjeras deben presionar para que se reanuden urgentemente las negociaciones con el objetivo de llegar a acuerdos concretos. Washington debe intensificar la diplomacia bilateral con Caracas y ofrecer un alivio tangible de las sanciones para tratar de persuadir a Maduro de regresar a las conversaciones y hacer concesiones electorales y así evitar una profundización del conflicto.

Resumen ejecutivo

La prolongada crisis política de Venezuela está entrando en una nueva fase crítica. El presidente Nicolás Maduro, que aspira a un tercer mandato en 2024 tras sobrevivir a una campaña de “máxima presión” liderada por EE. UU., controla todas las palancas internas del poder. Aunque el país experimentó una modesta recuperación económica en 2022, una vez más se enfrenta a una recesión y alta inflación, exacerbadas por la alarmante corrupción y las sanciones estadounidenses. Sin una moneda fuerte que le permita un aumento real de los salarios, Maduro no está dispuesto a aflojar su control. Pero a menos que demuestre avances hacia un terreno electoral más equitativo, no podrá convencer a Washington de aliviar las sanciones, lo que podría permitir un crecimiento económico sólido. Para evitar prolongar el deterioro del país y el riesgo de que resurja el conflicto, el gobierno venezolano, las fuerzas de la oposición y las potencias extranjeras deben converger en torno a un plan que incluya el alivio de las sanciones por parte de Washington y medidas equivalentes por parte de Caracas para la celebración de elecciones más justas y un mejor funcionamiento de las instituciones estatales. Los Estados latinoamericanos deben desempeñar un papel mucho más destacado como mediadores diplomáticos.

A finales de 2022 por fin se vislumbraba una salida al estancamiento de Venezuela. Como parte de las conversaciones de Ciudad de México, facilitadas por Noruega, el gobierno de Maduro y una coalición de partidos de la oposición acordaron descongelar parcialmente los activos estatales venezolanos en el extranjero y transferirlos a un fondo de ayuda humanitaria administrado por la ONU. Washington, que necesitaba encontrar fuentes alternativas de petróleo, en parte por la guerra de Ucrania, pareció dar su visto bueno, e inmediatamente dio luz verde a una licencia que le permite a la petrolera estadounidense Chevron Corporation extraer petróleo venezolano para exportarlo a EE. UU. Este acuerdo inyectó dólares en la economía venezolana, aunque la licencia estipula que los ingresos generados no deben beneficiar al Estado.

Pero en lugar de generar confianza e impulsar nuevos acuerdos, el acuerdo firmado en Ciudad de México estuvo seguido por meses de parálisis y una creciente desconfianza mutua. Dificultades técnicas y la reticencia de EE. UU. retrasaron la creación del fondo y, aunque las trabas ya fueron superadas, el gobierno de Maduro se ha negado a reanudar las conversaciones formales hasta que el fondo esté operando. Otras iniciativas diplomáticas han prometido mucho, pero hasta el momento han dado pocos resultados.

Los primeros indicios apuntan a que las elecciones presidenciales de 2024 [en Venezuela] no serán ni libres ni justas.

Ahora se agota el tiempo para llegar a un acuerdo, y los primeros indicios apuntan a que las elecciones presidenciales de 2024 no serán ni libres ni justas. Presionados por el gobierno, los rectores del Consejo Nacional Electoral designados en 2021 renunciaron en junio, abriendo la puerta para que la Asamblea Nacional (repleta de seguidores del chavismo, la corriente política impulsada por el antecesor de Maduro, Hugo Chávez) designe a las nuevas autoridades electorales, a riesgo de exacerbar la desconfianza pública en el sistema de votación. La reciente medida del gobierno de Maduro para reafirmar la inhabilitación e impedir la postulación de la principal candidata de la oposición, María Corina Machado, ha confirmado la sospecha de que las elecciones estarán sesgadas a favor del gobierno. Otros reconocidos candidatos, incluido Henrique Capriles, también enfrentan prohibiciones.

En el centro de este enfrentamiento se encuentra la renuencia del gobierno de Maduro a contemplar la posibilidad de perder el poder. El presidente calcula que el control del sistema electoral le permitirá a su gobierno ganar unas elecciones que de otro modo podrían ser competitivas. Varios otros factores juegan a favor de Maduro en su afán por conseguir la victoria, como las reglas electorales venezolanas de mayoría simple (que permiten que el candidato con más votos gane en una sola vuelta) y las crónicas divisiones en la oposición (que podrían dividir el voto anti-Maduro entre varios candidatos). Al mismo tiempo, Maduro y sus aliados, algunos de los cuales temen enfrentar procesos penales en tribunales internacionales y extranjeros si dejan el cargo, parecen reacios a correr cualquier riesgo de perder las elecciones. En consecuencia, se han alejado de las medidas que podrían permitir unas elecciones genuinamente libres y que podrían conducir al alivio de las sanciones estadounidenses y a un impulso económico, aunque tal vez no lo suficientemente pronto como para mejorar las perspectivas de Maduro en una contienda auténticamente justa.

Las tendencias políticas en el exterior también impiden avanzar hacia una resolución al impasse venezolano. Washington teme mostrarse indulgente con Maduro, en parte por lo que podría costarle al presidente Joe Biden en casa, donde una minoría de congresistas republicanos (y algunos demócratas) están listos para criticar cualquier concesión como una muestra de debilidad hacia un régimen izquierdista y hostil. La creciente desconfianza entre EE. UU. y Rusia a raíz de la guerra de Ucrania ha reforzado el statu quo de Venezuela al impedir la cooperación entre ambos, mientras que los esfuerzos de los gobiernos latinoamericanos de izquierda por crear aperturas diplomáticas aún no han dado fruto.

Pero si las elecciones presidenciales de 2024 no están precedidas por un acuerdo que mejore las condiciones electorales, incluidas reformas que reduzcan el control del gobierno sobre el sistema electoral, es probable que se cuestione su legitimidad, como ocurrió en 2018. Esas desacreditadas elecciones desencadenaron la turbulencia política más grave en la historia reciente de Venezuela, y es difícil imaginar que las conversaciones prosperen ante unas nuevas elecciones similares. En esas circunstancias, la miseria económica de Venezuela podría empeorar, exacerbando una emergencia humanitaria ya grave y empujando a más migrantes a unirse a los siete millones que han abandonado el país, muchos de ellos indocumentados y sumidos en la pobreza.

El papel de los vecinos latinoamericanos de Venezuela, en particular Colombia y Brasil, como facilitadores de cualquier acuerdo será crucial.

Dada la debilidad de la oposición y el limitado margen de maniobra de los gobiernos de Maduro y Biden, el papel de los vecinos latinoamericanos de Venezuela, en particular Colombia y Brasil, como facilitadores de cualquier acuerdo será crucial. Estos Estados deben promover la rápida reanudación de las conversaciones de Ciudad de México. Deben instar a las partes de estas conversaciones a resolver sus diferencias (y las que tienen con Washington) en la medida de lo posible en los próximos meses. Deben presionar a Caracas para que tome medidas hacia unas elecciones genuinamente competitivas, por ejemplo, liberando a los presos políticos, levantando las prohibiciones a los candidatos de la oposición y solicitando misiones internacionales de observación. También deben persuadir a EE. UU. para que intensifique su diplomacia bilateral y presente una hoja de ruta para el alivio de las sanciones sobre la base de medidas de reciprocidad por parte de Caracas. Las fuerzas de la oposición podrían respaldar esta vía comprometiéndose a buscar el cambio exclusivamente por la vía electoral, sea cual sea el resultado en 2024.

Otras elecciones manipuladas podrían devolver a Venezuela al momento más grave de su conflicto político con su correspondiente miseria económica y devastadoras repercusiones mucho más allá de sus fronteras. Evitar ese escenario a través avances concretos a cambio de recompensas tangibles debe ser un imperativo para América Latina y una prioridad para Washington. La voluntad de todas las partes para intercambiar el alivio de las sanciones por mejores condiciones electorales es la mejor forma para mitigar la tragedia de Venezuela y empezar a encaminar al país por una senda más prometedora.

Caracas/Bogotá/Bruselas, 16 de agosto de 2023

I. Introducción

Las relaciones entre el gobierno venezolano y la oposición han sido tensas durante mucho tiempo, pero alcanzaron su punto más bajo en 2019. Las elecciones presidenciales de 2018, que dieron lugar a otro mandato de seis años para Nicolás Maduro (quien sucedió a Hugo Chávez después de su muerte en 2013) fueron ampliamente denunciadas como fraudulentas. En consecuencia, EE. UU. y países de América Latina y Europa optaron por reconocer al “gobierno interino” encabezado por Juan Guaidó a partir de enero de 2019. La oposición y sus patrocinadores extranjeros emprendieron varias iniciativas destinadas a derrocar a Maduro, incluidas amplias sanciones por parte de EE. UU. y un intento de levantamiento cívico-militar; una fracción de la oposición incluso apoyó una fallida incursión mercenaria. Pero toda esta “máxima presión”, como la llamó EE. UU., fracasó. El gobierno sobrevivió en gran medida gracias a la fuerza de su coalición política y militar, reforzada por la represión de la disidencia. Las medidas de emergencia sirvieron para estabilizar la economía, al igual que el apoyo de aliados como Rusia e Irán. Sin embargo, millones huyeron del país a medida que las tasas de pobreza extrema se dispararon, alcanzando un máximo por encima del 76 por ciento en 2021[1].

Incluso en medio de este caos, los interlocutores internacionales han seguido intentando conseguir un acuerdo entre el gobierno y la oposición. Noruega, por ejemplo, lleva realizando un esfuerzo concertado desde finales de 2018. Pero el curso de las conversaciones ha sido todo menos fluido. Las negociaciones entre las dos partes tambalearon durante los meses posteriores a la creación del “gobierno interino” de Guaidó, solo para colapsar tras la imposición de una nueva ronda de sanciones por parte de Washington en 2019[2]. Dos años más tarde, en agosto de 2021, las partes retomaron las conversaciones y firmaron un memorando de entendimiento en Ciudad de México en el que se basan sus más recientes negociaciones[3]. Sin embargo, en cuestión de meses, el gobierno suspendió su participación después de que un cercano aliado de Maduro, el empresario colombiano Alex Saab, fuera extraditado de Cabo Verde a EE. UU. para enfrentar cargos de lavado de dinero[4].

Más de un año después, el 26 de noviembre de 2022, ambas partes volvieron a reunirse en Ciudad de México tras meses de conversaciones secretas en Caracas[5]. Allí firmaron un acuerdo en virtud del cual los activos venezolanos congelados en el extranjero serían liberados y transferidos a un fondo administrado por la ONU para ser usados en proyectos de infraestructura y de otro tipo, destinados a aliviar la crisis humanitaria[6]. Las conversaciones continuarían sobre los principales asuntos políticos en disputa, en particular, los relacionados con las condiciones electorales. Pero en lugar de avances, se produjo otra pausa. El gobierno se ha negado a programar una nueva ronda formal de conversaciones con el argumento de que el dinero aún no ha pasado de las cuentas congeladas al fondo de la ONU, debido en parte al escaso apoyo de EE. UU. al acuerdo (aunque Washington ya no se interpone en el camino)[7].

Los contactos esporádicos e informales entre el gobierno y negociadores de la oposición continúan, pero sin llegar a un acuerdo sobre los próximos pasos[8]. Figuras moderadas de la oposición que en 2021 pudieron negociar escaños en el Consejo Nacional Electoral (CNE) continúan presionando en Caracas para obtener más concesiones, coordinando sus esfuerzos con la delegación de la oposición en las conversaciones de Ciudad de México[9]. Entre otras cosas, piden la liberación de los presos políticos, el levantamiento de prohibiciones impuestas a algunos candidatos de la oposición y garantías de que el CNE invitará a expertos internacionales a observar las elecciones presidenciales.

En el centro del estancamiento se encuentran Maduro y sus aliados del chavismo, como se conoce al movimiento que defiende el proyecto legado por Chávez. Los dirigentes chavistas reconocen que, para maximizar sus posibilidades de ejercer legítimamente el poder, necesitan que EE. UU. levante las sanciones, ya que ese es el único camino viable para estimular una recuperación económica. También anhelan regresar al seno diplomático latinoamericano. Dicho esto, no se atreven a dar los pasos necesarios para celebrar unas elecciones justas, que EE. UU. y algunos gobiernos europeos y latinoamericanos consideran un requisito previo para eliminar las sanciones y normalizar las relaciones. No es solo que los chavistas se resistan a asumir el riesgo de perder el poder. Altos funcionarios temen enfrentarse a procesos judiciales, ya sea como resultado de investigaciones estadounidenses o de otros países, o como consecuencia de una investigación por crímenes de lesa humanidad iniciada por la Corte Penal Internacional (CPI), en caso de ser destituidos de sus cargos. La opción que parecen preferir es la de unas elecciones lo más competitivas posible, pero en las que su victoria esté garantizada.

 

[1] Ver “Condiciones de vida de los venezolanos: entre emergencia humanitaria y pandemia”, Encuesta Nacional Sobre Condiciones de Vidas (ENCOVI), Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, Universidad Católica Andrés Bello, septiembre de 2021.

[2] Ver informe de Crisis Group sobre América Latina N°93, Cómo superar la fractura global sobre Venezuela, 17 de febrero de 2022; e informe breve de Crisis Group sobre América Latina N°41, Venezuela: ¿Hay esperanza después de las negociaciones de Barbados?, 11 de diciembre de 2019.

[3]Memorando de Entendimiento”, Ciudad de México, 13 de agosto de 2021. El memorando especifica que las conversaciones buscarán establecer derechos políticos y garantías electorales para todos, junto con un cronograma electoral, así como el levantamiento de sanciones y la devolución de los activos de Venezuela en el exterior, reparaciones para las víctimas de violaciones de los derechos humanos y medidas de protección económica y social. Los acuerdos serán graduales, permitiéndose acuerdos parciales, y se establecerán mecanismos de consulta para tener en cuenta las opiniones de “otros actores políticos y sociales”. Aunque a menudo se describen como las “conversaciones de Ciudad de México”, las negociaciones en realidad se llevan a cabo principalmente en Caracas, y las reuniones en México se reservan para el protocolo y las ceremonias de firma.

[4]Extraditan a Estados Unidos desde Cabo Verde a empresario colombiano acusado de lavado de dinero”, comunicado de prensa, Departamento de Justicia de EE. UU., 18 de octubre de 2021. El gobierno de Maduro afirma que Saab es un diplomático venezolano que se encontraba en Cabo Verde en una misión humanitaria y acusa a EE. UU. de secuestrar a Saab. Enio Melean, “El secuestro de Alex Saab: una agresión contra el pueblo venezolano”, Cancillería de Venezuela, 14 de junio de 2022.

[5] Entrevista de Crisis Group, representante de la delegación de la oposición, Caracas, 22 de septiembre de 2022.

[6] Aunque el texto del acuerdo no menciona un monto especifico, ambas partes acordaron informalmente que se descongelarían aproximadamente $3 mil millones de dólares. Diego Oré, “Venezuela’s frozen funds to be gradually released for humanitarian aid”, Reuters, 26 de noviembre de 2022.

[7] Entrevistas de Crisis Group, miembros de la delegación de la Plataforma Unitaria, funcionarios de la ONU y funcionarios del Departamento de Estado de EE. UU., Caracas, Nueva York y Washington, marzo de 2023.

[8] Entrevista de Crisis Group, fuente cercana a las conversaciones, Caracas, 4 de mayo de 2023.

[9] Entrevistas de Crisis Group, políticos de la oposición y activistas de la sociedad civil, Caracas, 20 y 22 de marzo de 2023.

La estrategia de “máxima presión” ... no logró un cambio de régimen. De hecho, fortaleció el control del gobierno de Maduro sobre el poder.

Después de una serie de contratiempos, la oposición ahora está mucho más dispuesta a medir su fuerza en las urnas. La estrategia de “máxima presión” (el aumento de las sanciones económicas estadounidenses, la presión política y las ocasionales amenazas de la fuerza militar) no logró un cambio de régimen. De hecho, fortaleció el control del gobierno de Maduro sobre el poder. Mientras tanto, el “gobierno interino” fue disuelto el pasado mes de enero. El propio Guaidó, cada vez más aislado e impopular, abandonó Venezuela en abril en medio de amenazas de encarcelamiento para lo que parece ser un exilio en EE. UU.[1]. La oposición ahora parece reconciliada con la idea de obtener el cambio en las urnas. Pero los principales partidos, que se preparan para celebrar primarias para elegir un candidato presidencial en octubre, son demasiado débiles para lograr obtener reformas del gobierno que garanticen que la votación para elegir al próximo líder del país sea libre y justa.

La influencia de la oposición se deriva casi exclusivamente del hecho de que sus aliados extranjeros, particularmente EE. UU., pueden hacer valiosas concesiones a Maduro, sobre todo el levantamiento de sanciones, dependiendo de los avances en las conversaciones de Ciudad de México. Muy consciente del fracaso de los esfuerzos previos para negociar con Maduro, y reacio a darle un respiro a un gobierno autoritario cercano a Cuba, Rusia y China, es poco probable que Washington adopte tales medidas a menos que vea un cambio claro hacia la liberalización política. Dado que Maduro no se moverá en esa dirección sin garantías de un impulso económico, se ha llegado a un punto muerto, con cada parte esperando que la otra dé el primer paso.

Este informe analiza en detalle el estancamiento en el que se encuentra el país y describe las medidas necesarias para evitar que se produzca otra perjudicial ronda de conflicto político. Basándose en más de dos décadas de trabajo en Venezuela, la investigación se llevó a cabo no solo en Caracas, sino también en varias otras capitales de América Latina y Europa, al igual que en Washington y Nueva York, a través de docenas de conversaciones con políticos, diplomáticos, activistas de la sociedad civil y otros actores clave, así como con ciudadanos comunes.


[1] De camino a EE. UU., Guaidó arremetió contra la conferencia internacional del presidente colombiano Gustavo Petro sobre Venezuela (ver sección II.B más adelante). Samantha Schmidt, “Guaidó says he felt U.S. pressure to get on plane to Miami”, Washington Post, 3 de mayo de 2023. Tras cruzar a pie la frontera con Colombia, anunció su intención de reunirse en Bogotá con las delegaciones de la conferencia (sin haber consultado a los representantes de la oposición que habían sido invitados a dialogar con Petro). Pero el gobierno colombiano le informó rápidamente que, debido a la conferencia, no era bienvenido.

II. Negociaciones en curso

Por accidente más que por diseño, las negociaciones sobre el futuro de Venezuela han proliferado. Además de las conversaciones entre varios representantes de la oposición y el gobierno de Maduro anteriormente mencionadas, ahora se están llevando a cabo diálogos entre Caracas y Washington; Caracas y otras capitales latinoamericanas, y Caracas y la UE con sede en Bruselas. Estos esfuerzos se han venido ampliado a medida que desaparece el antes sólido respaldo internacional para el aislamiento diplomático del gobierno de Maduro, un proceso que parecía inexorable incluso antes de que la oposición decidiera disolver el “gobierno interino”[1]. La exigencia de que Maduro debía dimitir se concibió originalmente al pensar que su gobierno colapsaría en semanas o meses. Cuando eso no sucedió, se transformó en una camisa de fuerza diplomática, de la que la mayoría de los gobiernos se alegran de haber salido[2].


[1] Comentario de Crisis Group, “Venezuela: El ocaso de la máxima presión”, 10 de octubre de 2022.

[2] Entrevistas de Crisis Group, diplomáticos europeos y de otros países en Caracas, 2019-2023.

A. Canales con EE. UU.

Aunque no ha reanudado las relaciones formales con Venezuela, EE. UU. ha emprendido sus propias conversaciones con los líderes del gobierno de ese país tras una larga sequía diplomática. Una delegación estadounidense visitó a Maduro en Caracas en marzo de 2022, el primer viaje de alto nivel de este tipo en cinco años, con la intención declarada de discutir la “seguridad energética” y la liberación de ciudadanos estadounidenses que, según Washington, están detenidos injustamente en Venezuela[1]. En junio tuvo lugar una segunda reunión similar. Posteriormente, Venezuela liberó a nueve prisioneros estadounidenses y el gobierno de EE. UU. devolvió a dos sobrinos de la primera dama Cilia Flores que estaban presos en EE. UU. por tráfico de drogas. El gobierno estadounidense también retiró las sanciones a otro sobrino de Flores. El enviado presidencial especial para asuntos de rehenes, Roger Carstens, que participó en ambas visitas, parece haberse convertido en un importante canal de comunicación entre los dos gobiernos, aunque su papel formalmente se limita a las negociaciones sobre prisioneros[2].

Medios de comunicación también han señalado las recientes reuniones en Catar entre Juan González, director principal del Consejo Nacional de Seguridad para el Hemisferio Occidental de EE. UU., y Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y principal negociador del gobierno de Maduro[3]. Aún no se conocen informes de resultados concretos.


[1] Anatoly Kurmanaev, Natalie Kitroeff y Kenneth P. Vogel. “U.S. officials travel to Venezuela, a Russia ally, as the West isolates Putin”, The New York Times, 5 de marzo de 2022. Para más información sobre la importancia de la visita, ver Phil Gunson, “Un giro en Caracas: ¿Hora de descongelar las relaciones entre Venezuela y EE. UU.?”, comentario de Crisis Group, 16 de marzo de 2022. Crisis Group “The Fallout from Ukraine: Iran Talks Stalled, U.S. Woos Caracas?”, Hold Your Fire! (podcast), 19 de marzo de 2022.

[2] Entrevistas de Crisis Group, fuentes cercanas a las negociaciones, Caracas, 20 y 27 de marzo de 2023. A finales de junio, Carstens hizo otra visita a Caracas, oficialmente para visitar a los detenidos y discutir sus casos. Jennifer Hansler, “US hostage envoy quietly traveled to Venezuela this week”, CNN, 21 de junio de 2023.

[3] Juan Diego Quesada, “Estados Unidos y Venezuela mantienen una reunión secreta en Qatar”, El País, 30 de junio de 2023.

La administración Biden afirma que sólo concederá un alivio importante de las sanciones a cambio de avances ... en materia de derechos políticos y electorales.

Figuras de la oposición venezolana, junto con algunos miembros del Congreso estadounidense, han recibido con aprensión los contactos entre Caracas y Washington. Algunos miembros de la oposición dicen que no fueron consultados sobre estos diálogos. Alegan que las conversaciones apuntan a un conjunto de transacciones que pueden ofrecer un beneficio inmediato a las partes involucradas, pero dejan de lado las principales preguntas sobre el futuro político de Venezuela. En particular, están convencidos de que la Casa Blanca busca un acuerdo con Caracas para impulsar el suministro de petróleo y poner fin al encarcelamiento de ciudadanos estadounidenses bajo custodia venezolana[1]. La administración Biden afirma que sólo concederá un alivio importante de las sanciones a cambio de avances “sustanciales” en materia de derechos políticos y electorales. También advierte que un retroceso podría llevar a Washington a imponer nuevas medidas[2]. En ese sentido, el Departamento de Estado insistió en que Chevron, la corporación estadounidense con acceso a campos petroleros en Venezuela, podría enfrentar problemas para renovar su licencia de bombeo de crudo para exportación si no se producían avances. Sin embargo, cuando llegó el momento de la renovación en mayo, ésta se llevó a cabo sin mayores contratiempos[3].

Las ambigüedades en la postura de EE. UU. fueron evidentes tras el acuerdo alcanzado en noviembre de 2022 entre el gobierno y la oposición para transferir los activos estatales venezolanos congelados a un fondo administrado por la ONU. Después del anuncio del acuerdo, Washington informó a la ONU que no podía garantizar que el dinero transferido al nuevo fondo, y destinado para fines humanitarios, estuviera a salvo de acciones legales en EE. UU. por parte de los acreedores del Estado venezolano y la empresa petrolera estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), que adeudan miles de millones de dólares en préstamos comerciales y laudos arbitrales internacionales[4]. La postura de EE. UU. prácticamente paralizó la creación del fondo hasta mayo, cuando la administración Biden envió una carta de respaldo a la ONU instando a la creación del fondo en EE. UU.[5]. Aun así, el gobierno de Maduro ha acusado a la oposición de incumplir el acuerdo, argumentando que el retraso justifica que Caracas no retome las negociaciones en México[6].

Mientras tanto, altos funcionarios en Washington expresan su preocupación de que aliados en Europa estén restableciendo relaciones diplomáticas y comerciales normales sin insistir primero en las condiciones para unas elecciones competitivas, como lo está haciendo EE. UU.[7]. Las capitales europeas, a su vez, señalan que EE. UU. ha tomado medidas en materia de sanciones, ha cambiado su enfoque hacia las iniciativas internacionales y ha intercambiado prisioneros sin consultar. A Bruselas también le preocupa que la administración Biden esté excesivamente influenciada por la política interna y la línea dura del Congreso estadounidense[8].


[1] Entrevistas de Crisis Group, miembros del personal del Congreso de EE. UU., Washington, 16 de marzo de 2023; politólogo venezolano, Caracas, 28 de marzo de 2023.

[2] Michael Wilner y Antonio María Delgado, “As Petro visits, White House threatens new pressure on Maduro without democratic progress”, Miami Herald, 21 de abril de 2023.

[3] Tim Ahmann y Marianna Párraga, “U.S. renews Chevron’s Venezuela license through November under same restrictions”, Reuters, 27 de mayo de 2023.

[4] Una semana después de la firma del acuerdo, el gobierno estadounidense le informó a la ONU que no podía garantizar que el dinero que pasara por su sistema financiero estuviera exento de incautación por parte de los acreedores de Venezuela. Otros obstáculos para la creación del fondo se derivan del hecho de que los activos se encuentran en diversas jurisdicciones y los detalles suelen ser difíciles de obtener. El gobierno venezolano estima que un total de $9 mil millones de dólares en activos estatales están congelados en cuentas bancarias extranjeras, de los cuales $2 mil millones de dólares se encuentran en forma de oro en el Banco de Inglaterra (otras estimaciones del valor del oro son inferiores). “The Numbers of the Blockade [2015-2023]”, República Bolivariana de Venezuela, mayo de 2023.

[5] La Casa Blanca finalmente dio luz verde a la transferencia tras zanjarse un largo debate entre distintos sectores del gobierno estadounidense. Entrevista de Crisis Group, analista, Washington, 1 de agosto de 2023. El 9 de agosto una corte en Portugal falló a favor del gobierno venezolano en una demanda puesta por Caracas para acceder a 1500 millones de dólares congelados en el Banco Novo. Aunque hay trabas legales que hacen que la transferencia de los fondos no sea inmediata, si la decisión se mantiene podría tener un fuerte impacto sobre el futuro del fondo. Venezuela says wins ruling to recoup $1.5 billion in Portugal funds”, Reuters, 9 de agosto de 2023.

[6] Andreina Itriago Acosta, Eric Martin y Nicolle Yapur, “EE. UU. da luz verde a fondo de Naciones Unidas para Venezuela”, Bloomberg, 18 de mayo de 2023. El acuerdo de noviembre establece explícitamente que los retrasos en la transferencia de fondos no deben retrasar las negociaciones. El artículo 5 del acuerdo de 26 de noviembre establece que, “el desarrollo de la agenda contenida en el MdE no podrá ser condicionado, suspendido o retrasado por cualquier aspecto derivado de la ejecución del presente acuerdo”. “Segundo Acuerdo Social para la Protección del Pueblo”, Ciudad de México, 26 de noviembre de 2022.

[7] Tras la llegada al poder de Gustavo Petro como presidente, Colombia restableció lazos diplomáticos con Venezuela el 29 de agosto de 2022. A finales de diciembre de 2022, España, que había reconocido a Juan Guaidó como “presidente interino” en 2019 y mantenía sólo un encargado de negocios en Caracas desde 2020, nombró un nuevo embajador para Venezuela. Portugal ya había designado embajador en mayo de 2022. Luego de que Lula da Silva asumiera el poder en Brasilia a principios de 2023, su gobierno también restableció relaciones diplomáticas con Caracas. Incluso un crítico tan acérrimo de Maduro como el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, ahora ha designado un embajador en Venezuela. El entrante presidente de Paraguay, Santiago Peña, también ha anunciado su intención de restablecer relaciones y reabrir la embajada en Caracas. Ángel Bermúdez, “Cómo Maduro logró reubicarse en la escena internacional después de que 60 países dejaran de reconocer su presidencia”, BBC Mundo, 15 de febrero de 2023.

[8] Entrevistas de Crisis Group, altos funcionarios de EE. UU. y la UE, Washington, Caracas y Bogotá, marzo-abril de 2023.

B. América Latina entra en acción

Paralelamente a las conversaciones de Washington con el gobierno de Maduro, varios países latinoamericanos han decidido restablecer sus lazos diplomáticos y presionar para que se resuelva el conflicto interno de Venezuela. Este realineamiento se produjo después de la elección de varios gobiernos de izquierda, especialmente en los vecinos más grandes de Venezuela, Colombia y Brasil. Gustavo Petro, quien asumió la presidencia de Colombia en agosto de 2022, y Luiz Inácio Lula da Silva, quien regresó al poder en Brasil en enero, revivieron de inmediato las relaciones con Caracas, que habían sido suspendidas bajo sus predecesores[1]. Este giro hacia la izquierda, junto con la salida del expresidente estadounidense Donald Trump de la Casa Blanca, ha permitido que los países latinoamericanos desliguen los llamados a la restauración de los derechos políticos en Venezuela de la agenda que prevalecía anteriormente, la cual a menudo se centraba en mitigar la percibida amenaza socialista en América Latina en lugar de defender la democracia en la región[2]. Sin embargo, por sí solo, un mayor reconocimiento de Maduro podría reforzar su control del poder y conducir a una aceptación incondicional del statu quo bajo su mandato.

Pero a medida que algunos de los principales actores de la región recalibran su enfoque hacia Caracas, otros se mueven a un ritmo diferente (si es que lo hacen), lo que genera mayores desafíos de coordinación. La falta de coordinación internacional pudo apreciarse en el resultado de una conferencia internacional sobre Venezuela celebrada en abril. Con bombos y platillos, Petro acogió a delegados de diecinueve países, incluidos EE. UU., Brasil, México y Noruega, así como al Alto Representante de la UE, Josep Borrell[3]. El objetivo de la conferencia era impulsar la reanudación de las conversaciones formales y mediar, en palabras de Petro, un proceso de “dos rieles”: Maduro haría concesiones políticas y electorales, a cambio de un alivio gradual de las sanciones, en particular por parte de Washington[4].

Pero las cosas no funcionaron de esa manera. En Caracas, el jefe negociador de Maduro, Rodríguez, dijo que EE. UU. debe dar el primer paso, descartando nuevas negociaciones con la oposición a menos de que se levanten todas las sanciones y la CPI desista de su investigación sobre las acciones de funcionarios del gobierno[5]. El viceconsejero principal de Seguridad Nacional de EE. UU., Jon Finer, dijo que la administración de Biden estaba “más que lista para reducir y, en última instancia, poner fin a nuestras presiones de sanciones”, pero agregó que, primero tendría que ver “pasos concretos y significativos y, en última instancia, elecciones libres y justas”[6]. En lugar de una declaración conjunta en respaldo al planteamiento de Petro, la conferencia de Bogotá concluyó con una breve declaración en apoyo de la continuación de las negociaciones por parte del canciller colombiano, porque, según informes, los representantes estadounidenses se mostraron reacios a firmar un texto más extenso[7].


[1] Informe de Crisis Group sobre América Latina N°97, ¿Lazos incondicionales? Restaurar las relaciones entre Venezuela y Colombia, 1 de diciembre de 2022.

[2] El propio Trump vinculó explícitamente su estrategia para Venezuela a una política de eliminación del “socialismo” en el hemisferio. Chris Mills Rodrigo, “Trump on Venezuela: ‘The days of socialism are numbered’,” The Hill, 18 de febrero de 2019. Una inclinación ideológica similar fue evidente en el Grupo de Lima, un conjunto de naciones de América Latina y el Caribe que hizo varias declaraciones sobre la crisis venezolana. El Grupo no llegó a aplicar sanciones ni a buscar una solución militar, y EE. UU. no era miembro formalmente, pero Washington desempeñó un papel importante entre bastidores en la elaboración de sus comunicados. Anabella Busso, “El Grupo de Lima: entre las fallas de origen y la salida de Argentina”, Nueva Sociedad, abril de 2021. Entrevista de Crisis Group, embajador de Estado miembro del Grupo de Lima, Bogotá, agosto de 2019.

[3] Ni el gobierno venezolano ni la oposición fueron invitados a la reunión, que se realizó con la bendición de Washington, según una fuente cercana a los organizadores. Entrevista de Crisis Group, Bogotá, 21 de abril de 2023. La conferencia también puso de manifiesto las divisiones dentro de la oposición venezolana, con algunos grupos muy críticos de la participación de Colombia debido a la relación histórica de Petro con el chavismo.

[4] Entrevista de Crisis Group, fuente cercana a los organizadores del evento, Bogotá, 30 de marzo de 2023.

[6] Patricia Laya, “US to lift sanctions only if Venezuela returns to democracy”, Bloomberg, 25 de abril de 2023.

[7] Luego de casi seis horas de discusión, el canciller colombiano, Álvaro Leyva, leyó un breve comunicado en el cual se resumía el consenso entre los gobiernos participantes, e incluía un llamado a acordar un calendario electoral y garantías para unas elecciones justas, así como el levantamiento de las sanciones tras los avances en dichas negociaciones. Manuel Rueda, “Colombia hosts conference on Venezuela’s political crisis”, AP, 26 de abril de 2023. Entrevistas de Crisis Group, diplomáticos europeos, Bogotá, 30 de abril de 2023. “Declaración final de la Conferencia Internacional sobre el Proceso Político en Venezuela”, Cancillería de Colombia, 25 de abril de 2023.

Opositores a Maduro, incluida María Corina Machado, se apresuraron a criticar la rapidez con la que se reintegró al gobierno venezolano al foro diplomático.

Un mes después, en mayo, la participación de Maduro en una cumbre que reunía a los líderes de todos los países de América del Sur en Brasilia generó una nueva polémica. Opositores a Maduro, incluida María Corina Machado, se apresuraron a criticar la rapidez con la que se reintegró al gobierno venezolano al foro diplomático. También reprocharon a Lula no haber exigido un mayor respeto por las garantías democráticas y los derechos humanos[1]. Estas críticas parecieron pasar por alto que Lula aprovechó la cumbre para pedir públicamente un “voto libre” en Venezuela y que, según informes, usó su reunión privada con Maduro para presionar firmemente por reformas electorales y políticas[2].

Las discrepancias entre los gobiernos latinoamericanos sobre qué enfoque adoptar ante Venezuela son cada vez más pronunciadas. Tanto Chile como Uruguay exigen una postura más firme sobre la restauración de la democracia y el respeto de los derechos humanos. Sin embargo, los líderes naturales de cualquier esfuerzo diplomático latinoamericano con respecto a Venezuela son Colombia y Brasil, y parecen estar abogando por el diálogo con Caracas como un medio para esos fines, mientras se mantienen claramente hostiles tanto a las sanciones estadounidenses como a los esfuerzos internacionales para derrocar a Maduro[3]. Pero estos dos últimos países están de cierta manera limitados para asumir un papel más destacado. El presidente Petro sin duda ha estado a la vanguardia en la búsqueda de una salida al estancamiento de Venezuela, pero también depende de la buena voluntad de Caracas para las negociaciones de paz con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) e impulsar el comercio y la seguridad transfronteriza[4]. Brasil, por su parte, sigue muy preocupado por la crisis venezolana, pero hasta el momento parece reacio a asumir un papel de liderazgo en la negociación de una resolución[5].


[1] Lula recibió calurosamente a Maduro en Brasilia el 29 de mayo, antes de la cumbre. Irritó particularmente a otros participantes (incluidos los presidentes de Chile y Uruguay) al decir que el líder venezolano era víctima de una “narrativa” sobre supuestos abusos a los derechos humanos. Naiara Galarraga Gortázar, “Lula recibe a Maduro: ‘Sobre Venezuela hay muchos prejuicios’,” El País, 29 de mayo de 2023; y “‘No es una construcción presidente, es la realidad’: las críticas de los presidentes de Chile y Uruguay a Lula por sus palabras sobre Venezuela”, BBC Mundo, 31 de mayo de 2023. Sin embargo, las críticas no se extendieron a la participación de Maduro en la reunión. El presidente uruguayo, Lacalle Pou, indicó que su gobierno ya había designado un embajador en Caracas, y el presidente de Chile, Gabriel Boric, celebró que “Venezuela retorne a las instancias multilaterales”.

[2] Entrevista de Crisis Group, fuente cercana al gobierno brasileño, Río de Janeiro, 27 de junio de 2023.

[3] El brasileño Lula se ha mostrado especialmente crítico de las sanciones. En un discurso pronunciado en enero en Buenos Aires junto al presidente argentino, Alberto Fernández, manifestó que “para resolver el problema de Venezuela se necesita diálogo, no bloqueos”. “Lula dice que el problema de Venezuela se resuelve con diálogo, espera retomar lazos diplomáticos”, Voz de América, 23 de enero de 2023.

[4] Informe de Crisis Group, “¿Lazos incondicionales? Restaurar las relaciones entre Venezuela y Colombia”, op. cit.; y Juan Diego Quesada, “Petro pone tierra de por medio con Venezuela”, El País, 2 de julio de 2023.

[5] Entrevista de Crisis Group, alto funcionario brasileño, Brasilia, 29 de junio de 2023.

C. Profundizar los lazos y nuevos canales de diálogo

En Europa está surgiendo una división similar respecto a Venezuela. A pesar de la posición común de la UE de que los Estados miembros deben mantener sus relaciones diplomáticas a nivel de encargados de negocios, Portugal y España han nombrado embajadores en Caracas y es probable que otros sigan su ejemplo[1]. Como se mencionó anteriormente, funcionarios estadounidenses lamentan en privado una falta de coordinación por parte de la UE en relación con la política hacia Venezuela, mientras que se escuchan quejas similares sobre EE. UU. en Bruselas y otras capitales europeas[2]. En general, los gobiernos con mayores intereses en Venezuela, incluidos España, Portugal e Italia, cuyos ciudadanos emigraron allí en gran número a finales del siglo XX, son propensos a adoptar enfoques más pragmáticos, mientras que los miembros de Europa del Este y los países bálticos de la UE, que tienen pocos antecedentes históricos con América Latina y malos recuerdos del régimen comunista (con el que asocian al chavismo), son menos partidarios de un acercamiento.

No obstante, Europa ha asumido un papel más destacado en la promoción de negociaciones en Venezuela. Aunque el Grupo de Contacto Internacional establecido por la UE en 2019 para presionar por una solución pacífica ha perdido su impulso, una reunión al margen de la cumbre de julio entre la UE y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños puso de relieve el compromiso político de alto nivel con una salida negociada. Organizada por el gobierno francés y concluida con un llamado a retomar las conversaciones de Ciudad de México, la cumbre reunió a Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela, Gerardo Blyde, jefe negociador de la oposición, junto al presidente francés Emmanuel Macron, Petro, Lula, el presidente argentino, Alberto Fernández y el alto representante de la UE Borrell[3].


[1] Entrevista de Crisis Group, diplomático europeo, Caracas, 4 de mayo de 2023.

[2] Entrevistas de Crisis Group, altos funcionarios de EE. UU. y la UE, Washington, Caracas y Bogotá, marzo y abril de 2023.

[3] La presidencia francesa emitió un comunicado conjunto en el que “animaba al gobierno venezolano y a la Plataforma Unitaria de la oposición a reanudar el diálogo y la negociación en el marco del proceso de México”. También hizo un llamado a una “negociación política que conduzca a la organización de elecciones justas, transparentes e inclusivas para todos, que permitan la participación de todos aquellos que así lo deseen de conformidad con la ley y los tratados internacionales, y con el apoyo internacional”. A su vez, destacaron que dicho proceso “debe ir acompañado de la suspensión de las sanciones de todo tipo, con miras a su levantamiento total”. “Déclaration conjointe relative à la situation au Venezuela”, Presidencia de Francia, 18 de julio de 2023.

Otras organizaciones nacionales e internacionales están reanudando sus contactos con las autoridades venezolanas.

Otras organizaciones nacionales e internacionales también están reanudando sus contactos con las autoridades venezolanas. El sector privado venezolano, en particular a través de la principal organización patronal, Fedecámaras, busca reformas económicas y participa en reuniones tripartitas bajo los auspicios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para que Venezuela vuelva a cumplir los tratados de la OIT[1]. En el frente de los derechos humanos, el nuevo Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, visitó Caracas a finales de enero y logró un acuerdo de dos años en virtud del cual la planta de personal en la oficina de Caracas de la organización aumentará de doce a 30 funcionarios[2].

La CPI también está intentando mantener los canales abiertos con el gobierno de Maduro, incluso mientras investiga presuntos crímenes de lesa humanidad en Venezuela, y a pesar del pobre historial de avances hasta la fecha. La Fiscalía de la CPI inició una investigación formal el 3 de noviembre de 2021. El mismo día, Maduro y el fiscal de la CPI, Karim Khan, firmaron un acuerdo que le permitiría a Caracas llevar a cabo su propia investigación para responsabilizar a los perpetradores de violaciones de derechos humanos, con el apoyo de la Fiscalía de la CPI[3]. Un año después, el gobierno intentó suspender la investigación de la CPI, argumentando que estaba haciendo el trabajo por su propia cuenta[4]. Khan, por su parte, le solicitó a la Corte autorización para reanudar la investigación, alegando que los esfuerzos del gobierno “siguen siendo insuficientes en su alcance o no han tenido ningún impacto concreto”[5]. La Corte aprobó la solicitud del fiscal a finales de junio[6]. Sin embargo, Khan no parece haber perdido todas las esperanzas de cooperación. Semanas antes de que la Corte ordenara reiniciar su investigación, visitó Caracas para concretar otro acuerdo para establecer una oficina en la capital venezolana con la intención de trabajar más estrechamente con las autoridades[7].


[1]OIT permanecerá en Venezuela para acelerar acuerdo salarial tripartito”, Actualidad Laboral, 23 de marzo de 2023. A pesar de la presencia de un asesor de la OIT y la reanudación de las conversaciones “tripartitas” entre el gobierno, los sindicatos y los empleadores, ha habido pocos avances.

[2] Entrevista de Crisis Group, funcionario que trabaja con el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Caracas, 3 de mayo de 2023.

[3] Mariano de Alba, “Venezuela: La investigación de la Corte Penal Internacional pone a Maduro en un dilema”, comentario de Crisis Group, 12 de noviembre de 2021.

[6]Situación en Venezuela: La Sala de Cuestiones Preliminares I de la CPI autoriza la reanudación de la investigación”, comunicado de prensa, Corte Penal Internacional, 27 de junio de 2023.

[7] Khan mantuvo conversaciones con las autoridades venezolanas el 8 de junio. “El Fiscal de la CPI, Karim A.A. Khan KC, concluye su visita oficial a Venezuela con la firma de un Memorándum de Entendimiento por el que se establece una oficina en el país”, comunicado de prensa, Corte Penal Internacional, 13 de junio de 2023.

III. ¿Qué impide el avance?

El hecho de que Caracas participe en tantas conversaciones parece indicar su voluntad de llegar a un acuerdo. Sin embargo, se ha mostrado poco dispuesta a hacer concesiones significativas, aparentemente reacia a dar un paso que pudiera amenazar su control del poder.

Antes del estancamiento actual, hubo motivos para pensar que el gobierno venezolano podría estar dispuesto a flexibilizar su férreo control. El primero se produjo en el periodo previo a las elecciones locales y regionales de 2021, en el que se registraron mejoras con respecto a los comicios anteriores, que la principal corriente de oposición había boicoteado desde 2016. No solo representantes de la oposición altamente calificados ocuparon puestos en el CNE, sino que el gobierno también permitió la entrada al país de respetados observadores internacionales para las votaciones[1]. Principalmente gracias a las divisiones de la oposición, el gobierno obtuvo el control de diecinueve de los 23 estados de Venezuela y más de 200 de sus 335 municipios. Pero sufrió un revés en su antiguo bastión, el estado Barinas, cuna del difunto presidente Chávez, donde una figura de la oposición se impuso por un estrecho margen sobre el hermano de Chávez, Argenis. El Tribunal Supremo anuló el resultado, declarando retroactivamente que el ganador no era elegible para el cargo, sólo para que la oposición volviera a ganar por un margen mucho mayor con un candidato diferente[2].

Desde entonces, ese limitado progreso hacia una competencia política más justa se ha detenido. De hecho, parece haber retrocedido. A finales de junio, el gobierno forzó la dimisión de la junta directiva del CNE e inmediatamente comenzó a tomar medidas para sustituirla[3]. En otros ámbitos, como la libertad de prensa, el control estatal claramente se está intensificando[4]. Hasta el momento, no hay indicios de que Maduro, que no desea perder el poder ni enfrentar la perspectiva de tener que rendir cuentas, esté contemplando seriamente la posibilidad de celebrar unas elecciones completamente justas, en las cuales podría salir derrotado. Entre los partidarios del gobierno se dice que unas condiciones como las de los comicios de 2021 son las mejores que se podrían esperar para los de 2024[5]. Según un expolítico de alto rango de la oposición, el gobierno de Maduro “no ha aprendido [todavía] a conjugar el verbo ‘perder’”[6].


[1]Final Report – European Union Election Observation Mission Venezuela 2021”, Misión de Observación Electoral de la UE, febrero de 2022.

[2] El episodio de Barinas demostró a los escépticos de la oposición que la victoria era posible incluso frente a un esfuerzo concertado del gobierno para impedirla. El nuevo CNE, con sus dos miembros ajenos al gobierno, evitó un fraude. Para el gobierno, sin embargo, el resultado puso en evidencia los riesgos inherentes a permitir condiciones similares en las elecciones presidenciales de 2024. Al ver que sólo el fallo del Tribunal Supremo había sido suficiente para que se repitieran las elecciones, algunos en el gobierno concluyeron que reformar el CNE había sido un error. Entrevista de Crisis Group, fuente de alto nivel del CNE, Caracas, 22 de marzo de 2023. “Repetición de elecciones en Barinas: un proceso que no puede evaluarse sólo por su resultado”, Acceso a la Justicia, 18 de enero de 2022.

[4] Organismos nacionales e internacionales de derechos civiles han documentado el acoso gubernamental a periodistas, personal de diversas ONG y trabajadores del sector público. “Crece la arremetida contra periodistas y trabajadores públicos”, Centro de Justicia y Paz (Cepaz), 9 de mayo de 2023.

[5] Entrevista de Crisis Group, analista progubernamental, Caracas, 24 de marzo de 2023. Funcionarios de la UE dicen que condiciones como las de 2021 serían insuficientes para permitir que el bloque envíe otra misión de observadores, ya que significaría que las recomendaciones de la última misión sobre reformas de las condiciones electorales habían sido totalmente ignoradas.

[6] Entrevista de Crisis Group, exlíder de la oposición, Caracas, 21 de marzo de 2023.

A. Perspectivas electorales

En la mente de Maduro debe primar la idea de que unas elecciones creíbles podrían decantarse hacia cualquier lado. Sin duda, una victoria es posible incluso si las encuestas indican que sólo entre el 25 y el 30 por ciento del electorado respalda al gobierno; es poco probable que su apoyo real supere esa cifra, lo que difícilmente constituiría una aclamación pública convincente[1]. Sin embargo, las elecciones en Venezuela sólo tienen una vuelta, lo que significa que, si la oposición está suficientemente dividida, tan sólo el 30 por ciento de los votos podría ser suficiente para que el presidente se imponga[2]. Aunque en teoría la oposición venezolana podría unirse en torno a un único candidato, es muy posible que no lo haga. Se supone que las elecciones primarias de octubre determinarán de una vez por todas quién será el o la abanderada. Pero las luchas internas de la Plataforma Unitaria, la principal coalición de la oposición, pueden frustrar ese objetivo. Varios candidatos ajenos a la Plataforma también han anunciado su intención de postularse. Algunos de ellos son auténticos adversarios de Maduro, pero otros no, incluidos varios cuyos partidos fueron creados mediante maniobras judiciales para confundir al electorado[3]. Pero si la oposición es vulnerable, sus debilidades no han llegado a tranquilizar a Maduro hasta el punto de nivelar el terreno de juego.

Además, si Maduro quiere amañar las elecciones a su favor, dispone de varias herramientas para hacerlo. Al obligar a la junta directiva del CNE a renunciar, el gobierno ya podría haber empezado a usar una de ellas. La oposición tendrá que llevar a cabo sus primarias sin acceso a centros de votación oficiales ni máquinas de votación electrónica. Los votantes de las zonas periféricas del país pueden ser los más afectados, dado que la oposición no parece tener los recursos ni los medios logísticos para operar tantas mesas de votación como las autoridades electorales oficiales. Si la participación es baja, la credibilidad de las primarias también puede verse afectada[4].

El gobierno y sus aliados también pueden valerse de tácticas legales y regulatorias. El 30 de mayo, Luis Ratti, un político poco conocido que afirma querer participar en las primarias de la oposición pero que tiene un historial de apoyo al gobierno, le solicitó al Tribunal Supremo que ordenara la sustitución de la comisión de primaria de la Plataforma Unitaria, alegando presuntas irregularidades en el proceso de selección de un candidato de la oposición y un trato desigual de los candidatos. Una semana después solicitó a la Contraloría General que excluyera de las primarias a cualquier candidato sujeto a una de las muchas prohibiciones arbitrarias para postularse a cargos de elección popular[5]. Por otra parte, la Contraloría, la cual es controlada por el gobierno, ha reafirmado su prohibición a la postulación de una de las principales candidatas a las primarias de la oposición, Machado[6].


[1] Entrevista de Crisis Group, encuestador, Caracas, 22 de marzo de 2023.

[2] Rafael Caldera ganó la presidencia en 1993 con poco más del 30 por ciento de los votos.

[3] Tony Frangie Mawad y Luis González Morales, “How ‘third way’ parties may look to erode the opposition vote in 2024”, Caracas Chronicles, 7 de junio de 2023.

[4] Iván Reyes, “Oposición decide ir a una primaria ‘autogestionada’ y manual el 22 de octubre”, Efecto Cocuyo, 16 de junio de 2023.

[5]Impugnan en Venezuela las elecciones primarias de oposición”, Deutsche Welle, 31 de mayo de 2023; y Ronny Rodríguez Rosales, “Luis Ratti acude a la Contraloría para pedir que se pronuncie sobre candidatos inhabilitados”, Efecto Cocuyo, 7 de junio de 2023.

[6] La inhabilitación de doce meses impuesta a Machado luego de que participara en la Organización de los Estados Americanos como representante de Panamá para poder dirigirse a su Consejo Permanente, venció hace casi siete años, pero fuentes del CNE dijeron que no fueron notificados del vencimiento, razón por la cual no pudieron registrar su candidatura. José Brito, diputado a la Asamblea Nacional de 2020 que se presenta como una figura de la oposición, pero en realidad parece estar cooptado por el gobierno, pidió a la Contraloría General que aclare la situación. En junio, este órgano le respondió a Brito en una carta que Machado estaba inhabilitada para postularse como candidata por quince años más. Y agregó que la inhabilitación anterior se había extendido después de que Machado apoyara las sanciones de EE. UU. contra Caracas y respaldara al “gobierno interino” de Guaidó. Entrevista de Crisis Group, funcionario del CNE, Caracas, 21 de marzo de 2023. Mayela Armas y Vivian Sequera, “Venezuela bars leading opposition candidate Machado from holding office”, Reuters, 1 de julio de 2023; y “Venezuela confirma la inhabilitación de la precandidata opositora María Corina Machado”, EFE, 30 de junio de 2023.

El campo de juego electoral sigue estando fuertemente inclinado a favor del gobierno gracias a su control de todas las instituciones estatales relevantes.

La posibilidad de un fraude absoluto en Venezuela es baja, porque el país utiliza un sistema de votación electrónica que puede registrar con precisión los votos[1]. Las ocasionales elecciones robadas, como la del gobernador del estado Bolívar en 2017 o la de Barinas en 2021, han implicado la alteración de papeletas manuales (necesarias en algunas zonas remotas o cuando las máquinas de votación no funcionan) o una interferencia judicial directa[2]. Pero el campo de juego electoral sigue estando fuertemente inclinado a favor del gobierno gracias a su control de todas las instituciones estatales relevantes, desde el CNE y el Tribunal Supremo hasta las fuerzas armadas, quienes son las encargadas de mantener la seguridad el día de los comicios bajo un esquema denominado Plan República.

El informe de la misión de observadores de la UE de 2021 enumera otros factores que inclinan la balanza hacia el candidato del gobierno y que las autoridades se resisten a modificar[3]. El gobierno de Maduro puede inhabilitar arbitrariamente a candidatos de la oposición. Controla el registro electoral, que actualmente excluye a millones de venezolanos que han cambiado de domicilio, abandonado el país o simplemente no han podido inscribirse, y no ha sido auditado en su totalidad desde 2005. El gobierno tiene un control casi absoluto de los medios de comunicación y ejerce censura sobre los medios no gubernamentales. La administración también puede desplegar recursos gubernamentales para apoyar al candidato oficial. En las elecciones de 2012, por ejemplo, Chávez gastó generosamente en obras públicas y regaló desde lavadoras hasta casas[4].


[1] Entrevista de Crisis Group, miembro independiente del CNE, 21 de marzo de 2023. Sin embargo, muchos miembros de la oposición siguen desconfiando de los resultados de las votaciones.

[2]Andrés Velásquez muestra pruebas de fraude en Bolívar y llama a refundar la Unidad”, Prodavinci, 20 de octubre de 2017; y “Elección Regional y Municipal 2021 Reporte de Garantías y Condiciones”, Observatorio Electoral Venezolano, diciembre de 2021.

[3] Entrevista de Crisis Group, exalto funcionario del gobierno, Caracas, 22 de marzo de 2023.

[4] Las estimaciones sugieren que el gasto público aumentó un 30 por ciento en el año previo a la elección presidencial de octubre de 2012. Robert Plummer, “Hugo Chavez leaves Venezuela in economic muddle”, BBC News, 5 de marzo de 2013.

B. Debilidades de la oposición y perspectivas de unidad

Las vacilaciones del gobierno en torno a una apertura política también se derivan del estado de su oposición interna, que, como se señaló anteriormente, está lejos de ser fuerte. La disolución del “gobierno interino” dejó a la coalición de oposición reconocida internacionalmente, la denominada Plataforma Unitaria, sin líder y sin un consenso sobre su estrategia[1]. Su adopción en 2019, en lo que era esencialmente un plan para el cambio de régimen basado en el respaldo de EE. UU. y docenas de sus aliados, cambió su enfoque hacia el exterior, a expensas de los esfuerzos para desarrollar una poderosa base social en casa. Mantuvo un “gobierno” en gran parte ficticio financiado con fondos estatales venezolanos incautados por Washington. Tras el fracaso de su plan, su apoyo entre el electorado venezolano disminuyó abruptamente, exacerbado por una ruptura entre los líderes del partido, con sede principalmente en Caracas y el extranjero, y los activistas locales, para quienes un boicot electoral en vigor desde 2017 era una amenaza a su existencia ya que equivalía a renunciar a intentar recuperar algo de espacio político frente al chavismo[2].

Los miembros de la Plataforma acordaron a última hora dejar de lado el boicot para los comicios locales y regionales de 2021. Pero los partidarios de la línea dura asociados a Guaidó y su partido Voluntad Popular en su mayoría se negaron a hacer campaña. Aunque la coalición de oposición se ha comprometido a participar en las elecciones presidenciales de 2024, persisten las dudas sobre si las facciones más intransigentes participarán o no. Ante la incapacidad de resolver sus problemas de falta de unidad, la coalición optó por dejar la elección del candidato, y, de hecho, su liderazgo, en manos de sus seguidores. En noviembre de 2022, los miembros de la Plataforma Unitaria nombraron una comisión independiente para supervisar unas elecciones primarias previstas para el 22 de octubre de 2023. Hubo diferencias significativas en cuanto a cómo debían realizarse las primarias, en particular sobre si se debía buscar el apoyo del CNE para llevarlas a cabo[3]. Entre los principales peligros se encuentran que el proceso se convierta en una disputa partidista, que la participación sea escasa y que la candidatura recaiga en una persona ajena a la coalición que no se comprometa a mantenerla unida ni a buscar el consenso[4].


[1] La facción asociada a Voluntad Popular sigue el rumbo del “gobierno interino”, aunque sin reconocer públicamente su ruptura con los moderados. “La estrategia sigue siendo la misma: son los otros partidos los que no tienen estrategia”. Entrevista de Crisis Group, activista de la sociedad civil, Caracas, 8 de mayo de 2023.

[2] Entrevistas de Crisis Group, activistas locales del partido, estado Miranda, 23 de marzo de 2023. Para un recuento de las luchas internas de la oposición, ver Maryhen Jiménez, Juan Manuel Trak, Stefania Vitale y Guillermo Tell Aveledo, “La oscilante (in)capacidad de la oposición venezolana en la disputa por el poder subnacional (2008-2022)”, Revista Elecciones, vol. 21, no. 23 (2022).

[3] Los partidarios de la línea dura, liderados por Machado, candidata de Vente Venezuela en las primarias, rechazaron la participación del CNE, argumentando que los votantes cuestionaban su imparcialidad y que podría revelar la identidad de los votantes a las autoridades. El principal rival de Machado, Henrique Capriles, del partido Primero Justicia, dijo que el proceso carecería de credibilidad sin la ayuda del CNE. Alonso Moleiro, “Fricciones en la oposición venezolana ante el proceso de primarias de las que debe salir un candidato contra Maduro”, El País, 9 de mayo de 2023. Sin embargo, la decisión del gobierno en junio de reemplazar la junta directiva del CNE puso fin a este debate.

[4] Como órgano de toma de decisiones, la Plataforma Unitaria casi se ha desmoronado. En palabras de un político de la oposición: “Tardamos semanas en decidir incluso las cosas más sencillas”. Otro dijo que los líderes de la Plataforma “No se reúnen. Sólo intercambian mensajes”. Entrevistas de Crisis Group, políticos de la oposición, Caracas, 22 de marzo y 8 de mayo de 2023.

Las posibilidades de la Plataforma [Unitaria] de derrotar a Maduro dependen de seleccionar un candidato de unidad popular que haga de las elecciones una simple decisión

Las elecciones locales y regionales de 2021 demostraron que los partidos que conforman la Plataforma Unitaria sólo representan la mitad de las fuerzas de oposición en el país. Como se señaló anteriormente, la otra mitad se compone tanto de auténticas escisiones de la principal corriente de la oposición como de partidos creados o cooptados por el gobierno. Como resultado, y dejando de lado las formas en que el gobierno podría interferir para inclinar el campo de juego, incluso mediante la inhabilitación de candidatos, las posibilidades de la Plataforma de derrotar a Maduro dependen de seleccionar un candidato de unidad popular que haga de las elecciones una simple decisión entre el gobierno y sus opositores.

Al mismo tiempo, chavistas de alto nivel dicen que la disposición del gobierno a ceder algunas de sus ventajas en el sistema electoral dependerá en gran medida del conjunto de candidatos de la oposición al que se enfrente[5]. El principal candidato de la oposición surgirá, en teoría, de las elecciones primarias. Un contendiente fuerte, capaz de realizar una campaña eficaz y comprometido con una estrategia coordinada, podría galvanizar a la oposición una vez más. Sin embargo, cuanto más duro sea el desafío de la oposición, menos probable será que Maduro haga concesiones electorales significativas[6]. Dado que los dos principales aspirantes a la candidatura por la oposición, Machado y Capriles, actualmente están inhabilitados para presentarse a cargos de elección popular, no está claro quién podría llegar a representar una amenaza significativa[7].


[1] La facción asociada a Voluntad Popular sigue el rumbo del “gobierno interino”, aunque sin reconocer públicamente su ruptura con los moderados. “La estrategia sigue siendo la misma: son los otros partidos los que no tienen estrategia”. Entrevista de Crisis Group, activista de la sociedad civil, Caracas, 8 de mayo de 2023.

[2] Entrevistas de Crisis Group, activistas locales del partido, estado Miranda, 23 de marzo de 2023. Para un recuento de las luchas internas de la oposición, ver Maryhen Jiménez, Juan Manuel Trak, Stefania Vitale y Guillermo Tell Aveledo, “La oscilante (in)capacidad de la oposición venezolana en la disputa por el poder subnacional (2008-2022)”, Revista Elecciones, vol. 21, no. 23 (2022).

[3] Los partidarios de la línea dura, liderados por Machado, candidata de Vente Venezuela en las primarias, rechazaron la participación del CNE, argumentando que los votantes cuestionaban su imparcialidad y que podría revelar la identidad de los votantes a las autoridades. El principal rival de Machado, Henrique Capriles, del partido Primero Justicia, dijo que el proceso carecería de credibilidad sin la ayuda del CNE. Alonso Moleiro, “Fricciones en la oposición venezolana ante el proceso de primarias de las que debe salir un candidato contra Maduro”, El País, 9 de mayo de 2023. Sin embargo, la decisión del gobierno en junio de reemplazar la junta directiva del CNE puso fin a este debate.

[4] Como órgano de toma de decisiones, la Plataforma Unitaria casi se ha desmoronado. En palabras de un político de la oposición: “Tardamos semanas en decidir incluso las cosas más sencillas”. Otro dijo que los líderes de la Plataforma “No se reúnen. Sólo intercambian mensajes”. Entrevistas de Crisis Group, políticos de la oposición, Caracas, 22 de marzo y 8 de mayo de 2023.

[5] Entrevistas de Crisis Group, alto funcionario chavista, Caracas, 20 de marzo de 2023; exalto funcionario chavista, Caracas, 22 de marzo de 2023.

[6] Ibid.

[7] La comisión de primaria está permitiendo que todos los posibles candidatos (incluso aquellos formalmente inhabilitados para postularse a cargos de elección popular) se presenten a las primarias. Sin embargo, actualmente parece poco probable que el gobierno levante esas prohibiciones para las elecciones presidenciales.

C. Consideraciones económicas

Las dificultades económicas de Venezuela también influyen en los cálculos de Maduro. Aparte de las herramientas que el gobierno de Maduro puede utilizar para influir en el resultado de las elecciones de 2024, la mayor ventaja para sus perspectivas electorales sería un repunte económico. Sin embargo, el historial de Maduro en este frente es desalentador. En términos de dólares, la economía venezolana es apenas una cuarta parte de lo que era cuando asumió el cargo en 2013. Su deuda externa, un mosaico de obligaciones con tenedores de bonos, acreedores comerciales, prestamistas bilaterales, empresas extranjeras expropiadas y otros, es de alrededor de $160 mil millones de dólares, aproximadamente el doble del PIB del país[1]. Las sanciones financieras de EE. UU., que convierten en delito federal según la ley estadounidense comerciar con deuda venezolana o incluso mantener conversaciones con el gobierno de Maduro sobre el tema, se interponen en el camino de una reestructuración integral, al igual que la falta de un programa de reforma económica creíble.

También hay otros problemas. Una caída dramática en la producción de petróleo, el pilar de la economía venezolana durante un siglo, redujo la producción a alrededor de 700 000 barriles diarios, en comparación con casi 2,4 millones en 2013. El gobierno ha incumplido repetidamente su objetivo provisional de un millón de barriles diarios o más[2].

La economía mostró signos de recuperación parcial en 2021 y 2022, gracias a un feroz plan de ajuste llevado a cabo sin apoyo financiero externo. El gobierno dejó de aplicar sus estrictos controles cambiarios y de precios, aunque sin derogarlos, y permitió que el dólar estadounidense circulara sin penalización. Restringió drásticamente el gasto y aumentó los impuestos. La inflación cayó de un máximo de más del 130 000 por ciento en 2018 al 234 por ciento en 2022[3]. Pero la recuperación fue dispar y la mayoría de los venezolanos, en particular los que trabajan en el sector público, sólo vieron un beneficio mínimo o casi nulo[4]. La inflación interanual se sitúa de nuevo en casi el 500 por ciento, y aunque el FMI prevé un crecimiento de alrededor del 5 por ciento en 2023 (el más alto de América Latina y el Caribe), esta tasa supondría una marcada desaceleración con respecto a 2022[5]. Otras fuentes sugieren un crecimiento aún menor[6].


[1] El gobierno venezolano no produce estadísticas económicas confiables, pero economistas independientes sitúan la relación entre la deuda externa y el PIB entre 180 y 240 por ciento. Entrevista de Crisis Group, economista venezolano independiente, 11 de mayo de 2023.

[2] En abril, la producción subió a 724 000 barriles diarios, según la OPEP y fuentes secundarias. Pero sigue rondando alrededor de un tercio de lo que era cuando Maduro llegó al poder.

[3] Según cifras oficiales.

[4] Dimitris Pantoulas, “Venezuela: An Unstable Equilibrium”, Revista de Ciencia Política (Santiago), vol. 39, no. 2 (2019).

[5] “Perspectivas de la economía mundial”, Fondo Monetario Internacional, abril de 2023.

[6] Reynaldo Mozo Zambrano, “Estudio académico de la UCAB estima que economía venezolana crecerá 3.6 por ciento en 2023”, Efecto Cocuyo, 29 de abril de 2023.

Venezuela se encuentra actualmente entre los países más desiguales de América Latina.

Venezuela se encuentra actualmente entre los países más desiguales de América Latina, según una estimación, y se cree que alrededor de 20 millones de sus 29 millones de habitantes requieren asistencia humanitaria[1]. Mientras una franja muy rica de la población se dedica al consumo opulento, principalmente en las partes más acomodadas de Caracas, las cifras del sector privado muestran una fuerte caída en el gasto de los consumidores en enero, ya que los salarios cayeron muy por debajo de los precios[2]. Desde mayo, el salario mínimo de alrededor de $75 dólares al mes alcanza para mucho menos de lo necesario para alimentar a una familia[3]. Sin una moneda fuerte que le permita aumentar los salarios reales y crear más puestos de trabajo, el gobierno no ha podido frenar el descontento laboral en el sector público, especialmente en los campos de la educación y la atención de la salud[4].

Una forma obvia para que el gobierno fortalezca la economía de Venezuela sería hacer suficientes concesiones para convencer al gobierno estadounidense de levantar las sanciones, pero tendría que actuar con rapidez si quiere mejorar notablemente los medios de vida de los venezolanos antes de que salgan a las urnas. Incluso si las elecciones se celebraran en el último momento posible, en diciembre de 2024, el alivio de las sanciones tendría que entrar en vigor muy pronto para marcar alguna diferencia. Unas tímidas concesiones del gobierno de aquí a finales de 2023 traerían a cambio, en el mejor de los casos, un modesto alivio, posiblemente incluyendo más licencias de producción de petróleo para empresas extranjeras, pero éstas se quedarían muy cortas con respecto a lo que se necesita para generar un auge económico, así sea incipiente, antes de las elecciones.

Otro lastre electoral para Maduro y su círculo es que el gobierno recientemente se vio obligado a admitir que funcionarios de alto rango habían participado en un masivo esquema para desviar las ganancias de las exportaciones de petróleo a sus propios bolsillos. Según fuentes oficiales, las pérdidas ascienden a por lo menos $5 mil millones de dólares, pero versiones independientes hablan de una cifra mucho más alta[5]. La lista de los acusados (80 personas, según el gobierno a fines de marzo) se lee como una lista de quién es quién entre altos cargos civiles e incluso militares[6]. Entre ellos se encuentran un general que dirigía la división comercial de la empresa petrolera estatal PDVSA, el jefe de la autoridad nacional de criptomonedas, el jefe de la Corporación Venezolana de Guayana (el conglomerado estatal de industrias básicas), jueces, alcaldes y un exgobernador y ministro de la presidencia[7].

Los principales implicados en esta red eran todos cercanos al ministro de Petróleo, Tareck el Aissami, un aliado clave de Maduro, que, aunque se vio obligado a renunciar, aún no ha sido acusado ni detenido[8]. A pesar de que el escándalo ha permitido que Maduro se presente como un paladín anticorrupción, también ha conmocionado a su gobierno. Los observadores sospechan que Aissami pudo haber tenido la intención de desafiar políticamente a Maduro. Piensan que su destitución ha provocado cambios en la coalición chavista que están limitando al presidente a la hora de tomar medidas audaces[9]. Los partidarios de la línea dura que se oponen a las concesiones son más fuertes que antes, mientras que los burócratas y los aliados del sector privado están paralizados por el nerviosismo acerca de dónde podría caer el hacha la próxima vez[10].


[1]Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2022”, Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, Universidad Católica Andrés Bello, ENCOVI, 2022; y “Venezuela Factsheet”, European Civil Protection and Humanitarian Aid Operations (Comisión Europea), 17 de marzo de 2023. ENCOVI, una encuesta social y económica independiente, estima el coeficiente de Gini de Venezuela en 0,603 (donde 1 representa la mayor desigualdad posible y 0 la igualdad perfecta), superior al de Brasil, que ha sido calificado como el país más desigual de América Latina en los últimos años. Ni la ONU ni el Banco Mundial han confirmado estas cifras.

[2] Margaret López. “Asdrúbal Oliveros: ‘El gran desafío de 2023 es el consumo’,” Efecto Cocuyo, 1 de marzo de 2023.

[3]Salario mínimo venezolano: una panorámica de 1999 a 2023”, Poderopedia, 1 de mayo de 2023. En febrero, el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cenda), organismo de investigación vinculado a los sindicatos, calculó el costo diario de la alimentación de una familia de cinco miembros en $13 dólares.

[4]Conflictividad durante el primer trimestre de 2023”, Observatorio Venezolano de la Conflictividad Social, 20 de octubre de 2022.

[5] Marianna Párraga, “Middlemen have left Venezuela’s PDVSA with $21.2 billion in unpaid bills”, Reuters, 21 de marzo de 2023.

[7] El Ministerio Público ha emitido 81 órdenes de captura contra personas presuntamente involucradas en actos de corrupción en la estatal petrolera PDVSA, el poder judicial, municipalidades y otras empresas del Estado. Hasta el momento, las autoridades han detenido a 61 personas. De los 61 detenidos, el Ministerio solicitó abrir un juicio para 22: trece empresarios y nueve funcionarios. En el escrito de acusación, el Ministerio manifiesta que estas 22 personas participaban en “una red de corrupción conformada por funcionarios públicos, que valiéndose de su cargo y sus niveles de autoridad procedieron a ejecutar operaciones petroleras paralelas, a través de la asignación de cargas de crudo (buques) por parte de Pdvsa a la Superintendencia Nacional de Criptoactivos (SUNACRIP) y a particulares, sin ningún tipo de control”. El Ministerio no ha revelado cómo se han declarado las personas detenidas o imputadas respecto a los cargos que se les imputan. Los detenidos tampoco han dado declaraciones a los medios. Eligio Rojas, “FGR pidió juicio para 22 de operación antiguisos”, Últimas Noticias, 25 de julio de 2023.

[8] Alonso Moleiro, “Cae Tareck El Aissami, ministro de Petróleo de Venezuela, por la corrupción de PDVSA”, El País, 20 de marzo de 2023. El legislador chavista Jesús Faría dijo en una entrevista el 4 de mayo que Aissami estaba “bajo investigación” por corrupción, pero ningún alto funcionario lo ha confirmado. Vladimir a la Carta con Jesús Faría, dirigente del PSUV”, video, YouTube, 8 de mayo de 2023. Entre las personas detenidas se destaca el general Jorge Luis Gómez Pimentel, presidente de logística de la Corporación Venezolana de Guayana y director de contrainteligencia militar en el estado Bolívar, clave para el sudeste del país.

[9] Entrevistas de Crisis Group, analista político venezolano y académicos vinculados al chavismo, Caracas, 27 de abril y 3-4 de junio de 2023. Esta agitación puede explicar en parte la dura respuesta pública del gobierno a la iniciativa de Petro. Por primera vez, exigió que la CPI dejara de investigar presuntos crímenes de lesa humanidad en Venezuela.

[10] Entrevista de Crisis Group, fuente del sector privado venezolano, Caracas, 15 de abril de 2023.

D. La perspectiva de Washington

El cálculo del gobierno de Maduro sobre las presidenciales de 2024 también está condicionado por la incertidumbre sobre la actitud de los poderes externos, en particular, pero no exclusivamente, de EE. UU.

La administración Biden heredó una política para Venezuela centrada en sanciones paralizantes.

La administración Biden heredó una política para Venezuela centrada en sanciones paralizantes, que afectan principalmente las finanzas y el petróleo, y en su mayoría fueron impuestas por el expresidente Donald Trump. A pesar de que no lograron la salida de Maduro ni del gobierno chavista, estas sanciones permanecen vigentes como elemento de presión destinado a inducir concesiones graduales, dirigidas en particular para que las elecciones sean libres y justas. Con la partida en mayo del embajador James Story, quien estuvo estrechamente relacionado con el apoyo al “gobierno interino”, y su sustitución por Francisco “Paco” Palmieri como jefe de Misión de la Oficina Externa para Venezuela en Bogotá, EE. UU. ha ofrecido una mayor claridad sobre las concesiones que Washington necesita ver para comprometerse en el alivio gradual de las sanciones[1]. Estas incluyen un calendario electoral, observación internacional de las elecciones, el fin de las prohibiciones a los candidatos y la interferencia con los partidos, la actualización del registro electoral y liberación de prisioneros políticos. Pero es probable que el inicio de la campaña para las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024 endurezca la postura del gobierno ante el riesgo de ser percibido como “blando con Maduro”, una imagen que Biden tal vez prefiera evitar con la Casa Blanca en juego[2].

Sin embargo, ese no es el único obstáculo. Ninguna de las partes realmente confía en que la otra cumpla sus promesas[3]. EE. UU. sospecha que el gobierno de Maduro se las arreglará para mantenerse en el poder pase lo que pase. Caracas percibe mala fe por parte de Washington, señalando la demora en el cumplimiento del acuerdo de noviembre de 2022 para establecer el fondo administrado por la ONU para mitigar la crisis humanitaria, como se explicó anteriormente.


[1]Los Estados Unidos apoyan a todos los venezolanos en busca de un mejor futuro”, declaración de Francisco Palmieri, 8 de junio de 2023.

[2] Entrevista de Crisis Group, politólogo venezolano, Washington, 13 de marzo de 2023. Un ejemplo de la presión que enfrenta Biden es la legislación presentada el 31 de julio por el senador Bob Menéndez, demócrata por Nueva Jersey que preside el Comité de Relaciones Exteriores. “Chairman Menendez to introduce legislation supporting restoration of democracy in Venezuela”, comunicado de prensa, Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EE. UU., 31 de julio de 2023. El senador propone actualizar la Ley VERDAD para establecer que las sanciones sean restablecidas si “no se logra una solución negociada para restaurar la democracia en Venezuela en seis meses”. El proyecto de ley también exigiría que EE. UU. solicite a Interpol que emita una notificación roja contra Maduro si no hay solución. “Chairman Menendez remarks at full committee: ‘Assessing U.S. policy toward Venezuela’”, comunicado de prensa, Oficina del senador Bob Menéndez, 15 de septiembre de 2022.

[3] Entrevista de Crisis Group, fuente cercana a las conversaciones de Ciudad de México, Caracas, 27 de junio de 2023.

E. Cambios en la política regional

Aunque el giro hacia la izquierda de la región ha abierto nuevas oportunidades para una solución negociada, también ha reanimado y envalentonado al gobierno de Maduro. Este último no solo celebra haber sobrevivido a la “máxima presión”, sino que también se siente reivindicado en su postura ideológica y más a gusto con sus vecinos, la mayoría de los cuales ahora considera que no debe ser excluido de los foros regionales[1].

El contraste con hace varios años es asombroso. América Latina tuvo una posición abrumadoramente hostil hacia el gobierno de Maduro entre 2019 y 2020, una docena de gobiernos de la región se unieron a casi otros 60 países de todo el mundo para reconocer a Guaidó, no a Maduro, como el jefe de Estado legítimo de Venezuela. El Grupo de Lima, fundado en 2017, que en su apogeo contó con diecisiete miembros provenientes del continente americano, también mantuvo la presión sobre el gobierno de Maduro. En concreto, respaldó la aplicación de la Carta Democrática Interamericana, por la que Venezuela podría haber sido expulsada de la Organización de los Estados Americanos (OEA) si el gobierno no restablecía la democracia[2]. (Maduro se adelantó a esa medida optando por la salida de Venezuela de la OEA en 2017).


[1] Varios gobiernos latinoamericanos criticaron la decisión de la administración Biden de excluir a Venezuela (así como a Cuba y Nicaragua) de la Cumbre de las Américas de junio de 2022 en Los Ángeles. La discordia contribuyó al percibido fracaso de la cumbre. Kevin Liptak, “Snubs from key leaders at Summit of the Americas reveal Biden’s struggle to assert US leadership in its neighbourhood”, CNN, 8 de junio de 2022.

[2] Carlos Alberto Chaves García, “The political crisis in Venezuela and the role of the Lima Group”, Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, vol. 15, no. 1 (2020). La Carta Democrática Interamericana, adoptada por la OEA en 2001, compromete a los signatarios a tomar medidas (principalmente diplomáticas) para restaurar la gobernabilidad democrática en otros Estados miembros en caso de interrupción. Prevé la suspensión de Estados que no restablezcan la democracia.

La nueva realidad de la región hace evidente que Maduro sobrevivió a la política de aislamiento y máxima presión.

Pero ahora la mayoría de los gobiernos de la región están dejando atrás la política de no reconocimiento. Gobiernos de izquierda más proclives a fortalecer sus relaciones con Venezuela, así como países abiertamente críticos con Maduro, como Uruguay y Paraguay, están reabriendo sus embajadas en Caracas. Los gobiernos latinoamericanos ahora tienen un canal directo con las autoridades venezolanas, que pueden utilizar para intentar persuadir a Maduro para que adopte posiciones más flexibles que puedan ayudar a resolver la crisis venezolana. La nueva realidad de la región hace evidente que Maduro sobrevivió a la política de aislamiento y máxima presión. Las recientemente renovadas relaciones diplomáticas con América Latina también significan que, incluso si las elecciones presidenciales de 2024 no son competitivas, Venezuela está mejor posicionada para evitar el grado de aislamiento político y económico que ha experimentado en los últimos años, aunque los nuevos gobiernos de la región pueden ver a Caracas con desaprobación.

F. Tensiones entre Rusia y EE. UU.

Las relaciones entre Rusia y EE. UU. a raíz de la guerra en Ucrania también están influyendo en los cálculos de Maduro. Aunque el gobierno venezolano ya no puede depender de Rusia para evadir las sanciones y comercializar petróleo en los mercados internacionales, los lazos entre las dos naciones se mantienen fuertes. Mientras tanto, el interés de Moscú en promover un acuerdo negociado en Venezuela parece haber disminuido a medida que su hostilidad hacia EE. UU. se intensifica y las divisiones al interior de las instituciones multilaterales se profundizan.

Como aliado cercano de Rusia en América Latina, el gobierno de Maduro naturalmente se ha puesto del lado de Moscú y se ha visto más arrastrado hacia su órbita, incluso mientras su influencia global se ha debilitado. Sin embargo, el hecho es que la guerra ha sido perjudicial para la economía de Venezuela. Los esfuerzos de Maduro por eludir las sanciones a las exportaciones de petróleo venezolano, que resultaron exitosos en gran medida, consistían principalmente en vender petróleo en Asia y canalizar parte de las ganancias a través de instituciones financieras rusas. Pero al negarse a los bancos rusos el acceso al sistema de transferencias internacionales SWIFT, esta vía quedó bloqueada[1]. Además, Rusia se vio obligada a vender en Asia, y con descuento, petróleo que de otro modo habría vendido en Occidente, con lo que se redujeron las oportunidades de mercado para el petróleo venezolano de menor calidad, que además tiene que viajar una mayor distancia.

En consecuencia, Venezuela no ha podido aprovechar el incremento de los precios mundiales de la energía como resultado de la guerra. Las nuevas fuerzas del mercado significan que ahora está recibiendo menos dólares por barril que antes del inicio de las hostilidades[2]. Adicionalmente, las redes clandestinas de comercio que tuvo que establecer para continuar vendiendo petróleo facilitaron los esquemas de corrupción que han acabado costándole miles de millones de dólares.

Sin embargo, la crisis energética global ha beneficiado políticamente a Maduro al reavivar el interés por restablecer los lazos con Venezuela, que cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo, además de enormes yacimientos de gas sin explotar. Cuando Washington restableció inesperadamente el contacto directo con Maduro en marzo de 2022, los temas energéticos ocuparon un lugar destacado en la agenda, como lo son para la UE, cuya decisión de detener las importaciones de Rusia en respuesta a la invasión de Ucrania la dejó luchando por encontrar alternativas de suministro. La UE, que teme que un duro invierno en 2023-2024 ponga al descubierto su vulnerabilidad, está particularmente interesada en el gas que Venezuela ya produce al extraer petróleo en el estado oriental de Monagas, pero que, por falta de infraestructura, quema a cielo abierto, contribuyendo al cambio climático[3].

Mientras tanto, la relación cada vez más hostil entre EE. UU. y sus aliados, por un lado, y Rusia, por el otro, ha reducido las esperanzas de que este último pueda contribuir a una solución en Venezuela. Existe el riesgo de que la colaboración internacional para resolver la crisis interna de Venezuela pase a un segundo plano frente a la competencia geopolítica[4]. Rusia, que (junto con Países Bajos) había asumido el papel de “acompañante” de las conversaciones de la Ciudad de México (un rol difuso que sugería que podría ser una especie de facilitador), ha adoptado desde entonces una postura más intransigente a favor de Maduro. El 18 de abril, durante su paso por Caracas, el canciller ruso, Sergei Lavrov, describió a Venezuela como “sin duda uno de nuestros aliados más confiables” y prometió una mayor cooperación, con el objetivo de garantizar que el gobierno de Maduro pueda resistir las sanciones estadounidenses[5].


[1]Venezuela da pasos sólidos en su integración al sistema Mir”, El Universal, 20 de junio de 2023.

[2] Crisis Group cubrió el impacto que la invasión rusa de Ucrania ha tenido en Venezuela en “The Fallout from Ukraine: Iran Talks Stalled, U.S. Woos Caracas?”, Hold Your Fire! (podcast), 19 de marzo de 2022.

[3] Venezuela quema unos 2 mil millones de pies cúbicos de gas al día, la mayoría en Monagas. Patricia Garip, “Venezuela gas flaring in spotlight as nation gradually re-opens”, Gas Outlook, 9 de febrero de 2022. El gas fue uno de los puntos de la agenda de Enrique Mora, secretario del Servicio Exterior de la UE, cuando visitó Caracas a finales de marzo. En mayo, el gobierno de Maduro firmó un acuerdo con las empresas energéticas europeas Repsol y Eni para exportar pequeñas cantidades de condensados producidos por el proyecto Cardón IV, empresa de gas natural que gestionan conjuntamente con PDVSA. Fabiola Zerpa, “Venezuela otorga permiso de exportación de gas natural a Repsol y Eni”, Bloomberg, 6 de mayo de 2023.

[4] Aunque las tensiones entre Washington y Beijing disminuyeron después de que el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se reuniera con el presidente de China, Xi Jinping, el 18 de junio, no hay evidencia que sugiera un punto de encuentro en relación con Venezuela.

IV. El camino a seguir

A. Establecer un objetivo realista

La cruenta crisis política de Venezuela tiene más de veinte años. Los esfuerzos para superarla han incluido varias iniciativas de diálogo, pero ninguna ha detenido la caída hacia el colapso económico, el malestar social ni el régimen autoritario. La brutal represión de la disidencia por parte del gobierno ha conducido a la investigación de la CPI. Aunque la oposición ha luchado principalmente por medios democráticos, en varias ocasiones ha recurrido a complots golpistas e incluso propuestas de intervención militar extranjera. Eso, a su vez, ha redoblado la determinación del gobierno de aferrarse al poder.

Idealmente, quienquiera que asuma la presidencia en enero de 2025 comenzaría a restaurar el Estado de Derecho y unas instituciones estatales eficaces, garantizando al mismo tiempo un trato equitativo a quienes salgan perdiendo en el proceso. Ese resultado, sin embargo, requeriría casi con certeza que se llegara a un acuerdo negociado antes de las elecciones. Como Crisis Group ha manifestado anteriormente, un acuerdo sostenible entre el gobierno y la oposición debe abarcar una serie de elementos. Estos incluyen condiciones para elecciones libres y justas en 2024 y más allá; reformas para evitar una mayor concentración de poder; apoyo al levantamiento de sanciones, y garantías para el bando perdedor de que se respetarán sus derechos políticos y su continua participación en la vida pública venezolana[1]. Además, se deben considerar medidas de justicia transicional, que podrían incluir una comisión de verdad y justicia destinada a lograr un relato imparcial de los crímenes cometidos en el pasado[2].

En este momento, sin embargo, ninguna de las partes parece dispuesta a contemplar iniciativas en este sentido. Todo indica que el gobierno no cederá el poder voluntariamente, ni se arriesgará a perderlo en unas elecciones plenamente competitivas, y que las disputas políticas fundamentales de Venezuela no se resolverán próximamente.


[1] Informe de Crisis Group sobre América Latina N°79, Imaginando una resolución a la crisis venezolana, 11 de marzo de 2020.

[2] Ibid.

Los costos humanitarios de una renovada tensión política sin duda serían enormes.

Este desalentador panorama está plagado de riesgos adicionales. No se debe ignorar el peligro de regresar a una crisis política de gran escala, especialmente si una elección presidencial desigual en 2024 desacredita nuevamente las urnas como vía para que la oposición compita por el poder. Una derrota en un terreno electoral desigual podría llevar a la oposición a retomar el abstencionismo y profundizar las divisiones políticas en toda la región. Un giro en esta dirección podría reforzar el statu quo o incluso presagiar un período de mayor represión interna y aislamiento regional para Caracas; muchos observadores venezolanos se refieren a este último escenario como la “ruta nicaragüense”[1]. Los costos humanitarios de una renovada tensión política sin duda serían enormes, con las esperanzas de recuperación económica frustradas y una nueva espiral de violencia que probablemente empujaría a más venezolanos desesperados a huir del país.

Sin embargo, ambas partes tienen razones para tratar de evitar este resultado. Aunque una represión más severa de la disidencia sigue siendo una opción para Maduro, muchos dentro y fuera de su círculo creen que preferiría consolidar la tendencia hacia el reconocimiento internacional de su gobierno mediante la celebración de unas elecciones más o menos presentables en las que la oposición pierda, en parte debido a sus propias falencias[2]. Evitar una nueva escalada de tensiones, garantizar que el gobierno no recurra a una mayor represión y crear las condiciones que puedan dar lugar a una solución integral negociada, tarde o temprano, también serviría a los intereses de la oposición.

En este contexto, posiblemente lo mejor que se puede esperar es un ciclo electoral que durante los próximos dieciocho meses fortalezca, en lugar de frustrar, las posibilidades de una apertura política pacífica. En caso de que Maduro o una alternativa chavista retengan el poder en las elecciones de 2024 sin un acuerdo suficientemente amplio sobre convivencia política, como parece probable en este momento, unas concesiones parciales mutuas que puedan aumentar las probabilidades de unas elecciones legislativas competitivas el año siguiente, en 2025, serían al menos un paso en la dirección correcta. Esto podría permitir que ambas partes reconsideren la posibilidad de cohabitar que apareció fugazmente en 2015 con la elección de un parlamento dominado por la oposición, y evitar un retorno a la competencia política de “suma cero”[3]. Para hacer posible esta perspectiva, hay que tomar medidas y cumplir una serie de condiciones. Lo más importante es que Washington y Caracas lleguen a un acuerdo (o una serie de acuerdos) que represente un avance hacia elecciones competitivas en 2024 y siente las bases para unas elecciones legislativas creíbles en 2025, al tiempo que proporcione beneficios económicos significativos para Venezuela.


[1] El presidente nicaragüense Daniel Ortega, estrecho aliado del gobierno de Maduro, ha ido mucho más allá que su homólogo venezolano en la búsqueda de “eliminar … cualquier oposición en el país”. Comentario de Crisis Group, “Nicaragua: afrontar los peligros de una elección amañada”, 7 de octubre de 2021. “Informe anual de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la situación de los derechos humanos en Nicaragua”, Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, 7 de marzo de 2022. La estrategia de Ortega ha llegado a ser vista en Venezuela como una posible alternativa para Maduro si no puede mantenerse en el poder por vías menos violentas.

[2] Entrevista de Crisis Group, exalto funcionario chavista, Caracas, 22 de marzo de 2023.

[3] Phil Gunson, “The Light at the End of the Tunnel?”, comentario de Crisis Group, 8 de enero de 2016.

B. Pasos y condiciones necesarias

1. Observación internacional y condiciones electorales

Sin una misión de observación internacional acreditada, las elecciones presidenciales de 2024 pueden ser una oportunidad perdida en el esfuerzo por lograr unas elecciones más legítimas y creíbles. Hasta el momento, sin embargo, el gobierno de Maduro y el CNE no han adoptado ninguna de las 23 recomendaciones hechas por la misión de observadores de la UE después de las elecciones locales y regionales de 2021. El gobierno ni siquiera ha permitido que la jefa de la misión, Isabel Santos, diputada al Parlamento Europeo, regrese a Venezuela para presentar sus conclusiones. Sin reformas acorde a las esbozadas en el informe, a la UE le resultará difícil justificar el despliegue de una operación similar para las elecciones presidenciales de 2024[1].

En teoría, tanto Caracas como Bruselas tienen un interés apremiante en llegar a un acuerdo para que observadores internacionales profesionales puedan estar presentes. Maduro quiere demostrar su legitimidad a gobiernos extranjeros. La UE, por su parte, está ansiosa por pasar página de la era de la “máxima presión”. Dada la convergencia de estos objetivos, se podría pensar que un acuerdo es posible.

Pero sigue habiendo obstáculos importantes. El 14 de julio, Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional y principal negociador del gobierno, descartó la posibilidad de una observación electoral de la UE, argumentando que la UE violó su acuerdo con el gobierno al desplegar la misión de 2021 sin reunirse con algunos funcionarios de alto nivel. La UE afirma haberle solicitado las reuniones al gobierno sin recibir respuesta[2]. No obstante, si el gobierno de Maduro finalmente decide que le resulta favorable el despliegue de una misión de la UE, podría adoptar algunas de las recomendaciones de 2021 que considere menos onerosas, como llevar a cabo una campaña educativa para aumentar la confianza en el sistema de votación electrónica o mejorar la capacidad del CNE para aplicar sanciones por violar las reglas de campaña, sumadas a un compromiso claro de avanzar en otras recomendaciones en un cronograma definido[3]. Habría que comprobar si estas medidas son suficientes para Bruselas, pero no cabe duda de que la UE acogería con satisfacción el compromiso.

Varios gobiernos latinoamericanos también han manifestado su interés en organizar una misión de observación. La OEA, que cuenta con una amplia experiencia en la observación de elecciones, en efecto ha sido descartada. Como se mencionó anteriormente, el gobierno venezolano renunció a su membresía en 2017; a pesar de que la OEA aún lo considera formalmente un miembro, la hostilidad entre ambos permanece intacta[4]. Otros organismos de monitoreo independientes y experimentados, como el Movimiento de Observación Electoral de Colombia, podrían contribuir a una misión regional que resulte más aceptable para el gobierno y al mismo tiempo tenga suficiente credibilidad.


[1] Entrevista de Crisis Group, alto funcionario de la UE, Caracas, 27 de marzo de 2023.

[2] Alonso Moleiro, “Venezuela anuncia que no aceptará la observación europea en las elecciones presidenciales de 2024”, El País, 14 de julio de 2023. Entrevista de Crisis Group, alto funcionario de la UE, Caracas, 27 de marzo de 2023.

[3] De las 23 recomendaciones del informe de la UE, siete tienen carácter prioritario. Entre ellas figuran varias que es poco probable que el gobierno contemple, como garantizar la independencia del poder judicial, derogar la facultad de la Contraloría General para prohibir ciertas candidaturas o derogar la ley contra el odio, usada para castigar a los disidentes.

[4] Un Estado miembro debe notificar con dos años de antelación su intención de abandonar la OEA. Ese plazo terminó para Venezuela en 2019. En ese momento, sin embargo, la OEA reconoció al “gobierno” de Guaidó, que reafirmó la membresía del país, como representante de Venezuela. “OEA reconoce a representante de Venezuela ‘designado’ por Guaidó”, Deutsche Welle, 9 de abril 2019. Maduro ha dicho que Venezuela nunca volverá a la OEA. “Nicolás Maduro afirma que Venezuela no volverá a la OEA”, Deutsche Welle, 16 de mayo de 2023.

El Tribunal Supremo ... ha despojado a varios partidos clave de la oposición de sus personerías jurídicas, dejándolas en manos de facciones más obedientes.

Por supuesto, ya sea que se les permita participar en el monitoreo o no, ninguna de estas potenciales misiones electorales podrá garantizar la integridad de los comicios de 2024 a menos que el gobierno esté dispuesto a reducir las graves restricciones a los derechos de los votantes. El CNE sólo ha hecho esfuerzos limitados para facilitar la inscripción, especialmente para los millones de potenciales votantes que viven en el exterior[1]. Como se señaló, los principales aspirantes a la candidatura de la oposición, Machado y Capriles, están inhabilitados para presentarse, al igual que muchos otros detractores del gobierno[2]. Se estima que las cárceles venezolanas albergan a cerca de 300 presos políticos[3]. El Tribunal Supremo también ha despojado a varios partidos clave de la oposición de sus personerías jurídicas, dejándolas en manos de facciones más obedientes[4].

Pero incluso si la presencia de una misión electoral internacional no es garantía de unas elecciones completamente justas, aún valdría la pena. Una misión de observación, idealmente de la UE (dada su previa participación), podría proporcionar una evaluación oportuna de los progresos realizados para cumplir con las recomendaciones anteriores; garantizar que la atención esté centrada en los posibles graves abusos de poder, y continuar poniendo de manifiesto las reformas que deban llevarse a cabo para garantizar que las futuras elecciones sean genuinamente competitivas.


[2] Otro candidato que aparentemente sigue inhabilitado es Freddy Superlano de Voluntad Popular, el partido de Guaidó. La inhabilitación de Superlano fue impuesta retroactivamente después de que ganara la gobernación del estado Barinas en las elecciones regionales de 2021. Ver Sección III.B.

[3] Estimado más reciente de la ONG Foro Penal.

[4] “A tres de los partidos de la MUD (AD, VP y COPEI) les retiró sus símbolos y nombres oficiales el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) en 2019 (COPEI) y 2020 (AD y VP). En sentencias muy controvertidas, el TSJ entregó el control de la identidad del partido y el uso de sus símbolos a facciones minoritarias disidentes que los habían reclamado”. “Misión de Observación Electoral VENEZUELA 2021 Informe final”, febrero de 2022.

2. Reconfiguración de la oposición

Será difícil lograr avances significativos a corto o largo plazo para resolver la crisis política de Venezuela sin una oposición más cohesionada. La oposición debe superar sus divisiones internas y fortalecer su respaldo popular si quiere entablar negociaciones en condiciones de igualdad. Al mismo tiempo, puede dar pasos cruciales hacia unas eventuales negociaciones integrales al abandonar los medios no democráticos para buscar el cambio político, y en su lugar explorar la posibilidad de un futuro de coexistencia política pacífica con los actores democráticos del chavismo.

La oposición venezolana, que de hecho delegó su toma de decisiones a EE. UU. y sus aliados en 2019, necesita urgentemente una reconfiguración que le permita mejorar su coordinación interna, reconectarse con los votantes, reconstruir la fe en las elecciones y poner fin a los llamados a boicotear de ciertas facciones. Las elecciones primarias, previstas para octubre, fueron concebidas menos como un medio para abordar estas necesidades que como un reconocimiento de la incapacidad de la oposición para hacerlo. Pero por sí solas, es poco probable que resuelvan la falta de liderazgo y estrategia a largo plazo[1]. En algún momento, la oposición tendrá que mirar más allá de las demandas de mejores condiciones electorales y la competencia entre candidatos rivales para centrarse en las principales preocupaciones de los votantes, sobre todo su calidad de vida y su futuro económico. Por ejemplo, debe formular propuestas para devolver gradualmente la estabilidad a Venezuela y restaurar unas instituciones estatales eficaces y no partidistas, una tarea que sólo podrá ser llevada a cabo por un amplio espectro de fuerzas políticas y sociales.

En cuanto a los pasos concretos, la oposición debe rechazar firmemente las posiciones maximalistas, como la postura de que el alivio de las sanciones sólo debe darse después de que Maduro deje el poder, y asegurarse de que su delegación en las conversaciones de México esté unida en este punto. Debe articularse detrás de un liderazgo colectivo con reglas claras para la toma de decisiones y permitir la participación de la sociedad civil en las negociaciones, como se prometió en el memorando que estableció el formato para las conversaciones en 2021. Adicionalmente, debe fortalecer la capacidad de su delegación formando equipos de especialistas con conocimiento relacionado con determinados puntos de la agenda, como la reparación a las víctimas de la violencia, las medidas de protección social y el restablecimiento del Estado de Derecho.


[1] Maryhen Jiménez Morales, Juan Manuel Trak y Stefania Vitale, “¿El orden de los factores altera el producto? Las primarias de la oposición venezolana”, Latinoamérica 21, 16 de agosto de 2022.

3. El papel de la región

Colombia y Brasil tienen un papel vital que desempeñar para unir a Caracas, Washington y otras capitales en torno a la necesidad de hacer concesiones de cara a las elecciones. La ventana de oportunidad creada por el giro hacia la izquierda de América Latina, que podría brindarle al chavismo la tranquilidad que necesita para buscar una solución negociada, podría cerrarse pronto. Ya hay indicios de un giro hacia la derecha, alimentado por una tendencia en contra de los gobiernos en el poder, que no muestra signos de disminuir[1]. Dicho esto, los gobiernos de Petro y Lula han asumido el poder recientemente, y ambos mantienen su potencial como intermediarios entre Washington y Caracas. Estas dos capitales pueden trabajar tanto con Colombia como con Brasil. El embajador de Colombia en EE. UU., Luis Gilberto Murillo, tiene acceso privilegiado a la Casa Blanca: exciudadano estadounidense, trabajó en la campaña del presidente de EE. UU. de 2020, fundando un grupo llamado Colombianos con Biden[2]. Durante sus dos primeras presidencias, entre 2002 y 2010, Lula sostuvo estrechas relaciones con el gobierno de Chávez y simultáneamente se mantuvo en buenos términos con Washington. Esa trayectoria, y el hecho de que Brasil comparte una frontera de 2200 km con Venezuela, hacen que el gobierno de Lula esté en una posición única para apoyar una mediación[3].

Un formato posible, aunque aún no ha demostrado ser viable, es que los gobiernos latinoamericanos formen un “grupo de amigos” que ofrezca un firme respaldo diplomático a una solución negociada en Venezuela. Esta posibilidad también se planteó en el memorándum de las conversaciones de México[4].

No sería fácil, por supuesto, que los gobiernos regionales actuaran como interlocutores. Mantener relaciones sólidas con el gobierno y la oposición en Venezuela, así como con los aliados internacionales de ambas partes, requiere acrobacias diplomáticas que fácilmente pueden resultar en un paso en falso. Según informes, el gobierno de Petro ha retrocedido en sus esfuerzos por promover un acuerdo negociado en Venezuela tras percatarse de los obstáculos[5]. El potencial papel de Lula para respaldar un acuerdo entre el gobierno y la oposición venezolana ya ha despertado la preocupación de al menos algunos sectores de la oposición, debido a su aparente afinidad con el chavismo, aunque Brasil ha subrayado su apoyo a una solución democrática al conflicto[6].


[1] El presidente izquierdista de Perú, Pedro Castillo, fue destituido en diciembre de 2022, luego de intentar cerrar el Congreso. Chile experimentó un marcado giro a la derecha en las elecciones para una asamblea constituyente en mayo. Es probable que la izquierda pierda poder en Argentina cuando el país vaya a las urnas en octubre.

[2] Murillo renunció a su ciudadanía estadounidense para asumir el cargo de embajador.

[3] Comentario de Crisis Group, “Brasil está de vuelta: ¿Es posible superar las divisiones de América Latina?”, 31 de enero de 2023.

[4] Los esfuerzos iniciales para formar un grupo de amigos que apoyara las conversaciones de Ciudad de México resultaron infructuosos cuando el gobierno y la oposición no lograron ponerse de acuerdo sobre su composición. Además, hubo demasiados gobiernos compitiendo por participar. Entrevistas de Crisis Group, fuente cercana a las conversaciones, Bogotá, 21 de julio de 2022.

[5] Juan Diego Quesada, “Petro pone tierra de por medio con Venezuela”, El País, 2 de julio de 2023.

[6] Entrevista de Crisis Group, alto funcionario del gobierno brasileño, Brasilia, 29 de junio de 2023.

Las naciones latinoamericanas ... deben dejar claro que habrá consecuencias si se percibe que las elecciones de 2024 son una farsa.

Aunque Maduro posiblemente no estará muy abierto a las sugerencias, incluso de gobiernos amigos, con respecto a las condiciones electorales, las naciones latinoamericanas (Colombia y Brasil en particular) deben dejar claro que habrá consecuencias si se percibe que las elecciones de 2024 son una farsa. Como mínimo, estos dos países deben insistir en una misión de observación internacional creíble y en el levantamiento de las prohibiciones impuestas a los candidatos de la oposición.

A pesar de que la conferencia de abril del gobierno colombiano no logró generar un esfuerzo internacional para volver a sentar a las partes a la mesa, ese debe seguir siendo un objetivo principal. Hasta ahora, América Latina se ha esforzado por encontrar un camino entre la confrontación y la colaboración con Caracas. Pero Colombia y Brasil deben intentar en los próximos meses usar sus fluidos vínculos con el gobierno de Venezuela para reducir las diferencias que separan a Washington y Caracas, en primer lugar, reduciendo las sospechas de ambas partes de que la otra simplemente está dando largas o no tiene interés en hacer concesiones genuinas y, en segundo lugar, poniendo en práctica sus buenos oficios diplomáticos para fomentar un respaldo global a los acuerdos preelectorales, como se describe más adelante.

 También les corresponde a Washington y Bruselas (así como a los gobiernos europeos, incluido el Reino Unido) coordinarse con más frecuencia y garantizar que la defensa de sus prerrogativas individuales y legítimas (como el acceso a recursos naturales y la protección de sus intereses políticos y económicos) no se traduzca en enfoques contradictorios hacia la crisis de Venezuela.

4. Pequeñas victorias

El objetivo de todas las partes debe ser fomentar un ciclo virtuoso de concesiones recíprocas por parte de los gobiernos de Venezuela y EE. UU., que implique reformas políticas y electorales por parte de Caracas a cambio del levantamiento progresivo de sanciones por parte de Washington, con el fin allanar el camino hacia unas elecciones en 2024 que representen progreso, aunque no sea hasta el punto de ser completamente libres y justas. Ese resultado, a su vez, podría abrir el camino para un escenario más amplio de negociaciones entre gobierno y oposición.

Hacia este fin, y con el apoyo de las principales potencias latinoamericanas, la administración Biden debe buscar como cuestión prioritaria el establecimiento de canales diplomáticos de comunicación con el gobierno de Venezuela, aunque en un primer momento éstos parezcan restar importancia a las negociaciones de México. Derribar los principales obstáculos para un acuerdo dependerá de conversaciones directas entre Washington y Caracas, así como de claros mensajes privados del gobierno estadounidense sobre qué sanciones levantaría para corresponder a cada concesión de Caracas.

Mientras Washington considera su enfoque hacia las negociaciones, también debe tener una visión clara sobre el impacto de su régimen de sanciones.

Mientras Washington considera su enfoque hacia las negociaciones, también debe tener una visión clara sobre el impacto de su régimen de sanciones, y evitar darle más importancia de la que merece. Puede que las sanciones hayan logrado llevar a Maduro a la mesa de negociaciones, pero las promesas de aliviarlas aún no lo han llevado a hacer reformas políticas significativas. También ha habido otros costos. Las sanciones financieras y económicas impuestas por Washington evidentemente han exacerbado la crisis económica y humanitaria en Venezuela, contribuyendo así a impulsar los niveles de migración sin precedentes en la región[1]. También es evidente que, hasta el momento, no han conseguido su objetivo principal de poner fin al conflicto político. Esta perspectiva puede ayudar a que la administración estadounidense muestre la flexibilidad que se requerirá para obtener concesiones de Caracas.

En cuanto a cuáles podrían ser esas concesiones, parece haber espacio para un acuerdo (o una serie de acuerdos) que implique, por parte del gobierno venezolano, la liberación de presos políticos; la designación de un nuevo CNE que genere cierto grado de confianza para una mayoría de la oposición; una auditoría y actualización del registro electoral; medidas que le permitan a la oposición un mayor uso de los medios, y medidas para invitar a misiones de observación electoral, idealmente de la UE o de un grupo de Estados latinoamericanos[2].

Paralelamente, el gobierno estadounidense debe continuar ayudando a la ONU para acelerar la creación del fondo humanitario en EE. UU. y transferir los recursos requeridos, levantar la recompensa que ha ofrecido por información que conduzca al arresto o condena de altos funcionarios del gobierno venezolano, incluido Maduro y conceder licencias adicionales que permitan aumentar la producción de petróleo. Por ejemplo, Washington podría permitir a las empresas de servicios petroleros reanudar sus operaciones en territorio venezolano y relajar las limitaciones que aún persisten para Chevron.

Al mismo tiempo, es vital que EE. UU. no imponga castigos adicionales para remediar el fracaso de las sanciones hasta la fecha, especialmente en el período previo a las elecciones. Si Maduro se niega a ceder antes de las elecciones, el Congreso estadounidense podría estar inclinado a aprobar leyes que intensifiquen el régimen de sanciones, afianzando posiciones y dificultando aún más su eventual desmantelamiento[3]. Debe resistir esta tentación, teniendo en cuenta que es poco probable que medidas punitivas adicionales tengan más éxito que las que ya están en vigor y podrían dificultar aún más el trato con Maduro en el futuro.


[1] Entrevista telefónica de Crisis Group, alto funcionario del gobierno de EE. UU., 22 de noviembre de 2022. Francisco Rodríguez, “How sanctions contributed to Venezuela’s economic collapse”, Global Americans, 9 de enero de 2023.

[2] La mayoría de los observadores coinciden en que estas concesiones no serían demasiado onerosas para el gobierno y aún lo dejarían en ventaja de cara a las elecciones presidenciales de 2024. Entrevistas de Crisis Group, miembros del gobierno venezolano, de la oposición y de la sociedad civil, abril-junio de 2023.

[3] En febrero de 2023, por ejemplo, los representantes Michael Waltz, republicano de Florida, y Debbie Wasserman Schultz, demócrata de Florida, reintrodujeron una legislación (conocida como la Ley BOLIVAR) en la Cámara de Representantes estadounidense que prohibiría al gobierno federal celebrar contratos con cualquier persona o empresa que tenga vínculos con el gobierno de Maduro. Florida, un estado determinante para el resultado de las elecciones presidenciales de EE. UU. desde hace mucho tiempo, alberga una gran población de origen venezolano, muchos de los cuales huyeron de la represión del gobierno de Maduro. Para más información, ver informe de Crisis Group sobre América Latina N°86, El efecto exilio: la oposición venezolana en el extranjero y las redes sociales, 24 de febrero 2021. Un proyecto similar fue aprobado por el Senado en 2022. El senador Menéndez, que tiene un historial de mano dura hacia los gobiernos latinoamericanos identificados con la izquierda, se opone vehementemente al alivio de sanciones sin un progreso significativo en la reforma política. Su reintroducción de la Ley VERDAD (ver pie de página 86) está claramente destinada a enviar una señal de que la ventana para las negociaciones no estará abierta mucho tiempo.

V. Conclusiones

Los principales actores de la crisis venezolana, y sobre todo el gobierno de Maduro, impiden avanzar hacia una solución negociada. Lo más probable es que no se llegue a ningún acuerdo entre el gobierno y la oposición antes de las elecciones presidenciales de 2024, dejando a decenas de millones de ciudadanos venezolanos a merced de un conflicto que los ha condenado a la pobreza y la represión. Este resultado tendría consecuencias no sólo para Venezuela, sino para América Latina en su conjunto, entre otras cosas porque muchos más venezolanos huirían de su país para buscarse la vida en el extranjero.

El contundente fracaso del enfoque de “máxima presión” de la administración Trump debe servir para demostrar que no existe una salida mágica que acabe instantáneamente con esta prolongada crisis. El intento de aislar o derrocar al gobierno de Maduro a través de una severa presión económica sólo logró consolidar su control sobre el poder y profundizar su dependencia de Rusia, China, Irán y otros países no occidentales. Aunque EE. UU. y sus aliados han dejado de lado este enfoque, las posibilidades de unas elecciones plenamente competitivas en 2024 todavía parecen mínimas. En ningún momento el gobierno de Maduro ha dado indicios de que pudiera estar dispuesto a arriesgar su control del poder. Independientemente de las concesiones que logre negociar respecto a las sanciones, y de hecho incluso si se levantaran por completo, es probable que el gobierno siga decidido a permanecer en el poder, en especial si las amenazas de judicialización y el riesgo de persecución política bajo un nuevo gobierno se mantienen.

No obstante, las elecciones ofrecen una oportunidad para superar el estancamiento actual. En particular, será fundamental garantizar que las elecciones presidenciales de 2024 no se conviertan en una repetición de las de 2018, en las que la principal corriente de oposición se retiró, los resultados fueron considerados ilegítimos y el conflicto se agravó. Esto significa mantener la presión sobre el gobierno para que adopte medidas encaminadas a establecer unas condiciones electorales más equitativas (en ausencia de unas plenamente equitativas) y permita una genuina observación internacional, así como defender la necesidad de un espacio mucho mayor para el activismo civil y la disidencia política en Venezuela.

Washington debe trabajar con los vecinos de Venezuela ... para despejar el camino hacia unas negociaciones con Caracas.

Pero hay pocas posibilidades de que acepte estas medidas a menos que obtenga algo a cambio en forma de un alivio de las sanciones estadounidenses. Con este fin, Washington debe trabajar con los vecinos de Venezuela, en particular Colombia y Brasil, para despejar el camino hacia unas negociaciones con Caracas. Cuando lo consiga, debe estar preparado para corresponder a cualquier reforma sustancial que haga Maduro con concesiones recíprocas en materia de sanciones.

La oposición, por su parte, debe trabajar para reconectarse con el electorado, mejorar su coordinación interna y fortalecer su campaña por una vía electoral negociada para salir de la disputa con el chavismo. Las potencias externas deben desconfiar de aquellas fuerzas anti-Maduro que buscan regresar a la “máxima presión” y cuyo aparente compromiso con una negociación es puramente táctico. Lo único que ha logrado el abstencionismo es debilitar a la oposición y retrasar los esfuerzos para superar la crisis. Es probable que el camino hacia una solución en Venezuela sea largo y que abunden los contratiempos. Pero todavía hay tiempo para navegar por el próximo ciclo electoral de una manera que fortalezca la gobernabilidad y se sienten las bases para unas futuras conversaciones más amplias.

Caracas/Bogotá/Bruselas, 16 de agosto de 2023

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