No hay nada peor que la paz abandonada
No hay nada peor que la paz abandonada
Crimes against the Climate: Violence and Deforestation in the Amazon
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Op-Ed / Latin America & Caribbean 4 minutes

No hay nada peor que la paz abandonada

Una victoria a favor del acuerdo de paz en Colombia habría significado un salto incierto para la guerrilla más longeva y fornida de América Latina, y para la sociedad que la alberga de mala gana. Pero la derrota del acuerdo en el plebiscito de ayer en Colombia, con 50,2% de votos en contra del pacto, ha conducido directamente a una sorpresa muy desagradable para el Gobierno, y ha abierto nada más que un agujero negro donde debería quedar el futuro político del país.

Cuatro años de negociaciones en La Habana entre el Gobierno y las FARC, patrocinadas por Cuba y Noruega, apoyadas por Venezuela, Chile y muchísimos otros países, y coronadas por una ceremonia espectacular de firma de la paz en Cartagena con asistencia de más de una docena de presidentes, han pasado a una especie de limbo.

El documento de 297 páginas donde los resultados de este proceso fueron resumidos, en el que trata con notable esmero y cuidado temas diversos desde el procedimiento de la desmovilización hasta el futuro del campo colombiano y sus cultivos de coca, ha sido rechazado en bloque por los votantes. Mejor dicho, ha sido reprobado por la mayoría del 37% del electorado que acudió a votar en un domingo lluvioso.

La voluntad pública expresada en el plebiscito es claramente válida y respetable, aunque preocupa bastante la baja participación, un problema crónico en las elecciones colombianas. Han sido los varios y a veces injustificados enconos con un acuerdo, canalizados por el movimiento liderado por el ex presidente Álvaro Uribe y evidentemente subestimados por todos los encuestadores –tal vez debido a la vergüenza de los opositores-, los que han motivado el rechazo. Para muchos votantes, el pacto se antojaba indulgente con la guerrilla en términos de su futuro tratamiento judicial, sus privilegios políticos y su capacidad de influencia sobre temas fundamentales de desarrollo económico. Además, el acuerdo ha sido interpretado por muchos como la obra de unas élites con poco interés en las preocupaciones cotidianas de los ciudadanos urbanos.

Un repaso desglosado de los resultados indica que en muchas regiones rurales y periféricas, donde la guerrilla ha sido muy activa, el sí al acuerdo prevaleció: hasta ganó con 95% en el municipio que padeció el ataque más mortífero de las FARC, Bojayá. Pero en varias grandes ciudades en el centro del país, donde la guerra ha estado ausente durante más de una década, el no consiguió mayorías contundentes. Es tentador para los muchos activistas a favor de la paz, y sus partidarios en la comunidad internacional, reaccionar al resultado de la misma manera que Bertold Brecht una vez satirizó: “¿No sería más fácil disolver el pueblo, y elegir otro?”.

Aunque el plebiscito ha dejado grandes incertidumbres, la prioridad ahora debe ser la continuidad de alguna forma del proceso de paz

Sin embargo, aunque el plebiscito ha dejado grandes incertidumbres, la prioridad ahora debe ser la continuidad de alguna forma del proceso de paz. El objetivo no sería burlarse del electorado colombiano: la campaña de no, y el mismo Uribe, reiteraron anoche su deseo de proseguir hacia la paz, aunque claramente con un contenido distinto al acuerdo logrado en La Habana.

La razón principal que debería unir a todos los sectores políticos de Colombia a favor de un esfuerzo renovado para conseguir la paz es la experiencia de dos procesos fallidos en el pasado, en los años 80 y entre 1999 y 2002, y la tremenda violencia que siguió ambos fracasos. “Nos vemos dentro de 20.000 muertos más”, fue la frase lapidaria de un ex representante de la FARC después de la ruptura de un intento de negociación.

Lo que se ha logrado hasta ahora en el proceso de paz supera por mucho los resultados de esfuerzos anteriores. Al final de agosto, las FARC y el Gobierno declararon un cese de fuego bilateral. La conferencia de la guerrilla en septiembre marcó otro hito, con la decisión unánime de la fuerza de abandonar las armas y buscar su camino adentro del sistema de política democrático.

Alrededor de 6.000 combatientes de las FARC estaban preparados este domingo para empezar su concentración en más de 20 sitios, los cuales estarían bajo la supervisión de una misión de la ONU. Es esencial que su trayectoria hacia la desmovilización y desarme no se interrumpe. Las dos partes, la guerrilla y el Estado colombiano, debería prometer que no violarán el cese de fuego mientras que se intenta buscar respuestas al acertijo político provocado por el plebiscito.

En este sentido, el llamamiento del presidente Santos a un gran diálogo político con la oposición este lunes es un reconocimiento de la correlación real de fuerzas. Aunque el resultado del plebiscito es vinculante, es concebible un intento de convocar nuevas negociaciones tripartitas en Cuba – donde los comandantes de las FARC se encuentran ahora mismo – por medio de la inclusión de representantes de la oposición, y por lo tanto, del planteamiento de ciertas enmiendas al texto del acuerdo de paz.

Sobre todo, esto cambios podría enfocarse en los aspectos más impopulares del acuerdo: la participación política de la guerrilla (por ejemplo, se podría insistir que los culpables de crímenes serios en la guerra no accedan a poderes públicos antes de cumplir sus sentencias), o el endurecimiento de las sentencias emitidas por el nuevo sistema de justicia transicional. Obviamente, cualquier nuevo acuerdo debería ser refrendado de nuevo en una segunda votación.

Cualquier nuevo acuerdo debería ser refrendado de nuevo en una segunda votación

Equilibrar los deseos de una reincorporación suave a la vida civil de las FARC con el afán manifiesto de la campaña del no a favor de más castigo judicial, y menos beneficios y protagonismo para la ex guerrilla, no será un tema fácil de resolver. Aquí la comunidad internacional tendrá un papel primordial. Aunque es posible interpretar el resultado de domingo como un rechazo popular del sentido común anti belicista expresado por líderes y organismos internacionales, es más urgente que nunca que los Gobiernos vecinos y los grandes poderes mundiales ofrezcan apoyo al proceso, garantías de cumplimiento y tal vez respuestas imaginativas para salir de atolladero actual.

Nada de esto será fácil. Hay un riesgo agudo de una ruptura en las FARC entre los que anhelan desmovilizarse y los que prefieren rechazar cualquier trato con el Estado después del voto. Pero la Historia colombiana es clara: no hay nada peor para el país que la paz abandonada.

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