Constituyente no hay tiempo que perder!
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Bolivia’s Landslide Lays to Rest the Fears of Fraud
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Op-Ed / Latin America & Caribbean 3 minutes

Constituyente no hay tiempo que perder!

Tratar los temas espinosos no es fácil y requiere voluntad y determinación. Pero hacerlo de manera abierta y democrática... es la mejor garantía de encontrar una salida a los conflictos.

Hace un par de semanas cuando estuve en Sucre, las comisiones temáticas en la Asamblea Constituyente tuvieron que aplazar la entrega de sus informes ante la mesa directiva una vez más. A pesar de ser extranjero, no puedo negar, sin embargo, la gran frustración que siento, como la sienten la gran mayoría de mis amigos bolivianos, por la ausencia de resultados concretos en la redacción de la nueva constitución. Las cosas van por mal camino y, lamentablemente, el proceso podría estar llamado al fracaso si no se actúa en forma inmediata.

Los enfrentamientos registrados en los últimos días son sintomáticos de que la consideración del tiempo es un elemento clave que está haciendo falta en la Asamblea Constituyente. O más bien, dicho de otro modo, los asambleístas, los partidos políticos, los movimientos sociales, los grupos cívicos y el mismo gobierno desperdiciaron este escaso recurso durante los pasados 18 meses. En primer lugar, el gobierno desconoció las labores que venían realizando las comisiones preconstituyente y preautonómica, creadas con el fin de acercar a los bolivianos y bolivianas; luego, la REPAC, instancia creada para suplir a las primeras, nunca sirvió como puente y terminó relegada en el olvido; por último, los asambleístas desperdiciaron seis preciosos meses discutiendo el famoso artículo 70 del reglamento, que incluso algunos quieren ahora desconocer.

La inconformidad ha venido en aumento. Pero ésta no sólo proviene de los partidos de la oposición y los comités cívicos del oriente. También han manifestado, ya sea de forma violenta o pacífica, estudiantes universitarios, transportistas, cooperativistas mineros, afrobolivianos, grupos de defensa de la igualdad de géneros. Es decir, todos y cada uno de los colectivos de ciudadanos y ciudadanas que, de una u otra manera, han expresado su frustración porque, a menos de dos meses de terminar las sesiones, los asambleístas han preferido favorecer los estrechos intereses de partido, enfrascándose en discusiones interminables sobre el cómo votar y no sobre el qué votar.

Desde ese punto de vista, el poco tiempo del que dispone la Asamblea ha impuesto una dinámica perversa, en la que todos y cada uno de los partidos políticos y grupos de intereses buscan sacar el máximo provecho, sin importarles la discusión de fondo de los temas y sin preocuparse por la construcción de consensos y acuerdos. Y mientras el tiempo corre, la desconfianza hacia el otro aumenta, haciendo crecer la espiral de malos entendidos en un diálogo de sordos que no pueden escuchar y hacerse entender. El “empate catastrófico”, expresión ya famosa del señor vicepresidente Álvaro García, podría finalmente desembocar en acciones aún más violentas que las vividas en Cochabamba a comienzos del 2007 y, a término, en la posible desintegración del país.

En ese sentido, es bienvenido el llamado que ha repetido en los últimos días el señor presidente Evo Morales para que se amplíe el plazo de la Asamblea Constituyente. Sin embargo, el llamado debe también estar acompañado de un análisis claro de la situación: ni el gobierno, ni la oposición, supieron medir los tiempos políticos. Los grandes acuerdos, que debieron definirse desde el principio, serán difícilmente alcanzables, especialmente en este punto tan avanzado del proceso. Por lo tanto, se deberá ser lo suficientemente realista como para saber que lo verdaderamente alcanzable ahora son los acuerdos mínimos sobre los temas más espinosos de la agenda. Y todos los sectores tendrán que apuntar a este objetivo.

Por lo tanto, si el Gobierno decide enviar al Congreso un proyecto de enmienda a la ley de convocatoria de la Asamblea Constituyente a la mayor brevedad, dicha enmienda deberá ser lo suficientemente clara y precisa como para definir los temas, los tiempos y los mecanismos de votación que permitan los consensos y el respeto de las minorías, así como la firma de un acuerdo expreso en que las partes se comprometen a su inquebrantable cumplimiento. Sólo así podrían descartarse los cálculos oportunistas de algunos y calmarse rápidamente la ansiedad de todos, abriendo las puertas del diálogo constructivo.

Nadie puede olvidar que la Asamblea Constituyente es el punto de encuentro de todos los bolivianos y bolivianas. Ahora bien, multiétnico, plurinacional, autonomía departamental o autonomía indígena son, al fin y al cabo, términos que pueden llevar al enfrentamiento si no se discuten y se explican debidamente de cara a la sociedad. Tratar los temas espinosos no es fácil y requiere voluntad y determinación. Pero hacerlo de manera abierta y democrática, con la voluntad de escuchar al otro, es la mejor garantía de encontrar una salida a los conflictos. Sólo así, creemos que se permitirá restaurar la confianza que han perdido algunos elementos de la sociedad boliviana en la Asamblea Constituyente.

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